Llueve y sopla fuerte el viento,
así no hay aglomeraciones.
Sobre las ramas,
que emergen en mitad del río,
un gran cormorán descansa
y observa. A su alrededor,
nerviosas como de costumbre,
merodean las gaviotas.
El Jaizquíbel está medio
oculto por las nubes.
Luego amaina
y la marea crece.