Soy moderadamente fetichista con mis gustos literarios. Esta tarde parisina se la voy a dedicar a Paul Léautaud aunque, en realidad, sólo voy a visitar la sede del Mercure de France, donde PL trabajó durante la mayor parte de su vida como secretario de redacción. No demasiado bien pagado, según él mismo nos informa en su Diario. Pero siempre se mantuvo fiel a esta casa, al menos hasta que lo jubilaron forzosamente.
En realidad debería acercarme hasta Fontenay-aux-Roses, al suroeste de la capital, donde PL vivió en una casa con jardín, rodeado de sus animales, muchos perros y gatos que recogía de la calles y alojaba en su domicilio. Pero no tengo tiempo y no creo que la casa sea visitable. Ni siquiera sé si continúa en pie.
Con mi móvil en la mano, siguiendo las instrucciones de Google Maps, que es como nos movemos ahora por las ciudades desconocidas, camino por el Bd. Saint Germaine, en dirección a la rue Condé, donde está el Mercure. En esas veo venir a una mujer mayor, cargada de bártulos, tirando de la correa donde lleva atado a un pobre gato de color gris oscuro, de buen tamaño, que a todas luces está aterrorizado. El pobre animal va de un lado para otro, intentado huir o esconderse en algún lado, mientras la mujer (también a todas luces chiflada) lo tironea para que siga su camino. Los transeúntes contemplan la escena sin detenerse. Yo, extranjero y turista, me quedo parado observando, incapaz de intervenir, sintiéndome impotente e imaginando la que hubiera montado mi admirado Léautaud ante algo semejante. Seguramente hubiera terminado llevándose el gato a su casa, o buscándole un nuevo amo, como hizo tantas veces a lo largo de su vida. Pero ya los tiempos han cambiado mucho, y ya no queda gente como él. A quien le importa un pobre gato, ni siquiera a nadie le importa una vieja chiflada y maltratadora.
Por fin encuentro la rue de Condé. Es una calle residencial. En el número 26 hay una placa. Se trata de un edificio de planta baja y tres alturas. Por uno de los balcones se ven libros apilados y una luz. Eso es todo.
Poco después adquiero el Journal particulier (1937), editado y presentado por Edith Silve. Al llegar a casa descubro en mi biblioteca una traducción de su Diario personal correspondiente al año 1933, a cargo de la misma Edith Silve. Ambos diarios y otros semejantes que fueron publicados tras la muerte del autor por el Mercure, corresponden a una selección de las miles de páginas del Journal Littéraire. La selección fue realizada por Marie Dormay, su amante y albacea literario y en ella se trata, precisamente, de los comentario que hizo Léautaud sobre la relación con su amante, comentarios no siempre agradables.