21 de la rue Odeón, donde vivió durante décadas el escritor y filósofo rumano Emil Cioran
Me encamino hacia el 21 de la rue de L'Odeon donde vivió durante muchos años y hasta su fallecimiento el escritor de origen rumano Emil Cioran. El edificio está muy próximo a la sede del Mercure de France donde trabajó el también escritor Paul Léautaud.
Pero antes, para ambientarme, me acerco hasta el parque de Luxemburgo, uno de los paseos favoritos de Emil y a donde solía acudir cuando el insomnio le atacaba, lo que ocurría con mucha frecuencia. El parque tiene una verja perimetral, que se abre y se cierra según un horario que varía con las estaciones. Ello me induce a pensar que, en la actualidad, el escritor no podría pasearse por el Luxemburgo de noche.
A media tarde de principio de marzo, con buen tiempo soleado, el parque está bastante concurrido. Observo que algunos corredores y paseantes dan vueltas al perímetro del mismo, como creo que también solía hacer mi admirado rumano.
Al lado está la sede del Senado francés, también perimetrado por una verja metálica y fuertemente vigilado por guardias de la Gendarmería. De hecho te recomiendan que no te aproximes a la verja por razones de seguridad.
En el Luxemburgo, a esta hora, hay una mezcla de turistas y elementos foráneos, la mayoría en torno al estanque y aledaños, donde hay abundantes sillas para que el público descanse y se relaje en la contemplación del panorama. A lo lejos se divisan las torres de Montmartre y la Eiffel.
Desde el parque me aproximo al Teatro del Odeón, de fachada neoclásica y que es uno de los seis teatro nacionales de Francia. Fue inaugurado en 1782 por María Antonieta de Austria, la reina que fue guillotinada en 1793.
Para las próximas fechas se anuncia una representación de Los hermanos Karamazov y otra del austriaco Thomas Bernhard. Sin duda al menos la primera hubiera interesado mucho a Cioran, quien aseguró haber leído cuatro o cinco veces la obra de Dostoievski.
Y a unos pasos aparece la rue Odeón. El 21 está casi en la esquina. Qué raro, no hay ninguna placa que recuerde la presencia, en la buhardilla del edificio, de Cioran. Por más que miro no la encuentro. Pero, claro, Cioran no era francés. ¿Será por eso que no le han puesto una placa en una ciudad donde hay tantas placas?
En ese momento una joven entra en el portal, pero como soy tan lento de reflejos, no me decido a intentar entrar. El acceso se realiza hoy por medio de un teclado y no me extrañaría que hubieran puesto ascensor.
Merodeo un poco por la calle, no demasiado larga. Hay hasta tres librerías. El escaparate de una de ellas está dedicado a Julio Verne. Pero en ninguna de ellas veo libro alguno de mi filósofo.
Como mi idea era empaparme del ambiente geográfico en que se movía Cioran el objetivo está conseguido. Se podría decir que vivía en un ambiente burgués, con un montón de actividades culturales al alcance de la mano: conciertos, exposiciones, conferencias, teatros, etc.
La supuesta pobreza de Cioran, al menos hasta que empezó a convivir con Simone Boué, que era profesora agregada de instituto, no parece tener demasiado fundamento. Otra cosa es que nunca fuera un autor comercial y que su propio editor Gallimard nunca accedió en vida a publicarle en “bolsillo” porque sus cifras de ventas no daban para ello.
Ahora sí está publicado en bolsillo y supongo que desde hace mucho tiempo. Sin ir más lejos la propia Gallimard tiene publicado un grueso volumen de 1800 páginas en donde se recogen, con abundantes ilustraciones un total de 15 libros suyos lo que representa, con la excepción de sus maravillosos Cuadernos, la casi totalidad de su obra. He cargado con él, y con otros parecidos, hasta mi vuelta a Hendaya.
De lo que no cabe duda es que este rumano fue un caminador compulsivo, pues no sólo se desplazaba a pie de un lado a otro de esta magnífica ciudad, sino que muchos fines de semana se dirigía a los alrededores para seguir caminando infatigablemente.