sábado, 30 de abril de 2022

La dama del abanico...



El fallecimiento del hispanista Jonathan Brown me induce a dar una vuelta
por Internet para saber más de él y, naturalmente, doy con Velázquez, que era la especialidad de este historiador. Me detengo en La dama del abanico. Sobre la personalidad de la retratada se ha especulado mucho. Unos dicen que se trata de su hija, otros que de una señora francesa de paso por Madrid camino del exilio londinense. Yo la imagino como una amante. Hay una gran sensualidad en este retrato: ese escote, esa mirada un poco estrábica, el rubor del rostro… La mezcla de recato y sugestión, con su mano enguantada iniciando el gesto de cubrir su pecho con el velo negro. Hasta el rosario de oro tiene un punto fetichista en esta obra prodigiosa. (21.1.22)



El fotógrafo suizo René Robert, especializado en el flamenco, ha muerto por congelación, a los 85 años. Había salido a dar un paseo después de cenar por su céntrico barrio cuando sufrió un desvanecimiento. Permaneció tirado en la acera sin que nadie hiciera nada por él hasta que, a las 6 de la mañana un indigente lo vio y alertó a los servicios de socorro. Demasiado tarde.
René Robert se inició en el flamenco, a través de una amiga sueca, que le llevó a un tablado parisino llamado El Catalán, en la posguerra. Picasso acudía al local y por él pasaron los artistas más destacados de la época. Los retrató a todos. Siempre en blanco y negro.
Mucha gente, tal vez demasiada, consideran que sus obligaciones con el prójimo se limitan a pagar impuestos (a regañadientes, naturalmente) y que se ocupe el Estado. Esta muerte por congelación en una calle céntrica lo demuestra. Hubiera bastado una llamada telefónica a los servicios de emergencia. ¡Un indigente que pasaba por allí advirtió a la policía! (27.1.22)


Suelo fijarme en la gente que sufre algún tic. Hoy, en el tren, se ha sentado a mi lado un hombre que tenía dos. El primero que ha manifestado consistía en alzar ligeramente las dos manos, juntar las palmas, y frotarse en un gesto rápido las puntas de los dedos. Cuando en el breve trayecto ya había realizado media docena de veces este gesto ha empezado con el otro: con la mano derecha se golpeaba el antebrazo izquierdo, como quien desea aniquilar una mosca o un mosquito que se hubiera posado en él. Hago esta observación sin ningún ánimo burlesco. Al contrario, soy muy consciente del sufrimiento que originan los tics en las personas que los sufren. (4.2.22)



Después de ver el documental Umbral, Anatomía de un dandy he confirmado las siguientes conclusiones que ya me rondaban hace tiempo:
    Que era un tío insoportable.
    Que era demasiado hortera para ser un dandy.
    Que no explican la razón por la que dejó de llamar Aznarín a Aznar.
    En relación a su prosa opino lo mismo que dijo Josep Pla al respecto: “Con menos lirismo también nos hubiéramos arreglado”.
    Que la mayor parte de su éxito se debió a su indiscutible ingenio y a que sintonizó bien con una sociedad atontada de progre(sismo).
    En resumen, mejor leerle que escucharle. Su prosa es mucho más agradable que su imagen. (4.2.22)


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