jueves, 5 de mayo de 2022

Cioran y el perro abandonado...

Un día, en Rasinari, caminando por las montañas, el niño Cioran ve un perro atado a un árbol. El animal está en los huesos, tan débil que no puede ni ladrar, pero aún se mantiene en pie. El futuro escritor se pregunta cuánto tiempo llevará atado al árbol y si no hubiera sido más caritativo sacrificar al animal que dejarlo morir de hambre. Sin embargo, muerto de miedo, según confiesa en sus Apuntes, huye despavorido.
Muchos años más tarde, en su buhardilla parisina se pregunta, al comprobar su falta de fuerzas para levantarse de la cama, si su destino no es acabar como aquel perro.


Opiáceos.Termino la serie Dopesick, protagonizada por Michael Keaton, que trata sobre la farmaceútica norteamericana que inundó —con las peores artes de marketing posibles—, el mercado con un opiáceo denominado OxyContin. Consiguieron, mediante la compra de voluntades, que el organismo regulador de fármacos, les autorizara la comercialización para todo tipo de dolores, incluídos los más leves, asegurando, además, que los problemas de dependencia que podía crear el medicamente eran insignificantes. En poco tiempo el medicamento se convirtió en una de las drogas más demandadas en el mercado negro. Se calcula que originó medio millón de muertos por sobredosis y creó dependencia en miles de personas que lo consumieron con la correspondiente receta médica.
Costó largos años conseguir llevar a los tribunales a la empresa fabricante, una empresa familiar que, como tapadera, practicaba la filantropía artística a la vez que se lucraba con el producto. La empresa sobornaba voluntades y practicaba la política de puertas giratorias consistente en acoger generosamente en sus nóminas a gentes influyentes de la Administración norteamericana.
Hubo condenas, pero los peces gordos se libraron. El OxyContin continúa a la venta, aunque con restricciones más severas. No se espera que la serie tenga una segunda temporada.


Luna llena. Me levanto de madrugada para ir al baño. Apenas abro una ranura del ojo izquierdo, lo justo para tantear el camino y no caerme. Por la ranura observo que el cuarto de baño resplandece plateado. Un foco de luz lunar se deposita en el suelo a través de la ventana del techo. No quiero despertarme del todo, pero es una luz tan bella y misteriosa que no puedo evitar abrir los dos ojos para observarla mejor. Cuando abro los dos ojos suelo desvelarme. Regreso a la cama y me olvido de la luna llena, pero ya no puedo volver a dormir.


San Vicentejo. Visitamos la ermita románica de San Vicentejo (Burgos), que está ubicada sobre un altozano a la entrada del pueblo. Luego damos un paseo por la aldea.
Hay varias casas en ruinas y no vemos a nadie. Debe haber, al menos en invierno, muy pocos habitantes. Junto a la iglesia hay un perro de buen tamaño tras un cercado. En cuanto nos divisa empieza a ladrar con fiereza y a dar saltos como queriendo escapar de su cerca. Es tan agresivo que evitamos acercarnos. Ya ha debido alertar a todo el pueblo de nuestra presencia.
De regreso a nuestro vehículo veo a otro perro tras una alambrada. Es más pequeño y delgado. Nos observa en silencio y sin moverse, con mansedumbre. Me gustaría acercarme y acariciarlo, pero no quiero asustarlo y que se ponga a ladrar. Ya hemos tenido suficientes ladridos con el anterior. El perrillo nos observa alejarnos y yo lo miro a él. Me da mucha pena, ahí metido de por vida, expuesto a la intemperie.
Dos animales en parecidas circunstancias, ambos desdichados, cómo reaccionan de formas tan diferentes: uno con fiereza, el otro con sumisión. El carácter lo es todo, también en los animales.


Adiós a Munilla. Multitudinario adiós, pese a las restricciones del aforo por la pandemia, al obispo José Ignacio Munilla, en la catedral de San Sebastián. Hasta un grupo de feministas (supongo que radicales) acudió a despedirle, además de los 62 sacerdotes que cooficiaron la misa. Las feministas desplegaron carteles con acusaciones de “misántropo”, “especulador” y lemas como “Cuidado Munilla, el diablo es de nuestra cuadrilla”. Algunos fieles les recriminaron su actitud y se produjeron enfrentamientos. Cuando los enfrentamientos cesaron apareció una dotación de la policía autonómica.
La larga ceremonia concluyó con un minuto y medio de aplausos. Había muchas monjas, pero no hubo políticos. Monseñor Munilla, euskaldún detestado por el nacionalismo desde el primer día de su magisterio hasta el último, ha ocupado durante doce años la sede episcopal guipuzcoana. Pocos obispos podrán presumir de haber sido tan odiados por el establishment político y religioso como lo ha sido él. Indudablemente, nunca fue un buen progre(sista). Ha sido destinado por el Vaticano a ocupar la sede de Alicante. Es muy probable que allí su vida sea más tranquila y soleada.


Mirlos. Cuando he salido a primera hora de la mañana a abrir las contraventanas ya había una pareja de mirlos cortejándose en el jardín. Qué saltos, que piruetas, qué revuelos, qué energía y concentración. Ni se han percatado de mi cercana presencia tan atareados estaban.


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