Cuanto más oscuro está el día, más reluce el delicioso oro viejo del aún joven ginkgo que plantaron en la rotonda, junto a la estación de Las Gemelas. Los otros dos ejemplares jóvenes que hay en la rotonda de abajo, en la route de Behobie, hace ya varios días, incluso semanas, que alcanzaron semejante efímero esplendor.
Esta mañana los astros se han conjuntado y por fin he conseguido detenerme a fotografiarlo. Había esa luz escasa, apagada que tan bien les sienta. Pero creo que las fotos no le hacen justicia. Al menos lo he intentado. Haría falta un Van Gogh para plasmar toda su belleza.
El esplendor durará unos pocos días, tal vez horas si viene alguna de las borrascas habituales al final del otoño. Hoy el mal tiempo ha calmado un poco el tráfico, he podido aparcar cómodamente, he tirado las fotos, me he deleitado un rato, y luego he seguido mi camino hacia la playa, para asomarme al mar y empezar un breve paseo.