miércoles, 20 de febrero de 2008

Agradable mañana de paseos y videos

El Centro de Arte Caja de Burgos (CAB), que procuro visitar siempre que me acerco por esta ciudad, me está proporcionando muchos ratos placenteros. Voy a tener que revisar mi escepticismo respecto a estos lugares. ¿Hay alguna capital de provincia española que no tenga ya su centro de arte contemporáneo? Los artistas están de enhorabuena. El público no sé, pero al menos las instituciones políticas y las entidades bancarias están de lo más interesadas. Así da gusto…

Son las diez de la mañana de un domingo fresquito y deliciosamente azulado. Apenas hay gente por la calle. Antes de llegar al CAB, que está enclavado detrás de la catedral y a medio camino en dirección al castillo –lo que equivale a trepar por una cuesta bastante fatigosa-, me he detenido en una librería del Espolón. He pasado media hora muy amena inspeccionado las estanterías y mostradores, con el único fin de curiosear y pasar el rato, pues desde el principio tenía decidido adquirir un libro que he visto en el escaparate: una antología de los Diarios (1892-1917) de Léon Bloy, el viejo cascarrabias, en una edición a cargo de Cristobal Serra.

Ya he dado cuenta de las 40 primeras páginas y, a partir de ahora, lo tengo claro: un ratito cada día para disfrutar lentamente y que el regocijo se prolongue una emporada. Además, tampoco se puede leer deprisa porque una perfecta comprensión del texto requiere consultar con frecuencia un apasionante índice onomástico, que no se limita a nombres y fechas sino que incluye una reducida biografía de cada personajes. Hay que reconocer que la editorial Acantilado está haciendo bien las cosas. ¡Ya podía cundir el ejemplo!

En la plaza de la catedral, a la que me he acercado para investigar sobre un Centro de Interpretación de la Catedral que acaban de inaugurar, según he leído en un periódico local, me encuentro con una concentración de coches antiguos. Está claro que los domingos por la mañana uno se puede encontrar con cualquier cosa. Hay dos o tres ejemplares lustrosos y peliculeros –hasta para mí que no tengo excesiva afición por los vehículos de motor- y un amplio muestrario de seiscientos y de doscaballos.

Como el CAB no abre hasta las 11 dedico los cinco minutos que faltan a merodear por los alrededores hasta que me doy de bruces con una gran puerta mudejar –el arco de San Esteban- y un lienzo de la antigua muralla, totalmente desconocidos para mí. Tomo nota mentalmente para darme una vuelta por esta zona en mi próxima visita a la ciudad.

En el CAB, como es habitual, primero me tomo un café de máquina mientras repaso alguna de las revistas de arte disponibles. A continuación me sumerjo en las tres salas oscuras donde se proyectan los vídeos de Hiraki Sawa. En la primera sala se proyectan seis videos simultáneamente. Hasta para el espectador más avezado resulta excesivo, así que me reparto el trabajo. Primero tres y luego los tres restantes. Ocupo uno de los cojines blandos repartidos por la estancia. Luego repito la operación en las otras dos salas, pero ahora sólo toca una cinta en cada una.

Me han encantado los videos de Hiraki Sawa, pero desisto de intentar describirlos. A grandes rasgos puedo decir que son: nocturnos, acuáticos, morosos, sugestivamente enigmáticos, elegantes y fantasiosos. La música es envolvente y minimalista. Cómodamente arrellanado en uno de esos asientos desbordantes uno podría pasar mucho tiempo contemplando una y otra vez unas imágenes tan sugerentes.

El arte contemporáneo ha tomado, gracias a algunos llamados videoartistas, un camino de lo más interesante. ¿Quién iba a decir que uno terminaría repantingado por el suelo de una sala oscura de un centro de arte para contemplar estas pequeñas joyas de diez minutos de duración en formato de video? Así las cosas.

Me arranco de las salas oscuras -el tiempo vuela- y desciendo una planta hasta la obra pictórica del holandés Marcel Van Eeden. Se titula El Arqueólogo. Los viajes de Oswald Sollmann. Se trata de obras en blanco y negro, trabajadas con carboncillo, lápices y rotuladores. En un estilo narrativo y dramático, el conjunto forma una historia de carácter autobiográfico, un poco al estilo de los comics, que resulta muy amena e interesante.

4 comentarios:

  1. No hay mejor café que el que se acompaña de una buena lectura. Por cierto, la imagen en blanco y negro es... impresionante. Hasta las figuras, el suelo es suelo, pero después yo veo una calle inundada. Me ha recordado el Rentería de mi infancia, cada dos por tres bajo las aguas del Oyarzun...

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  2. Bueno, el café era de sabor dudoso, pero las revistas de arte estaban bien. Siempre es un placer darles un vistazo.

    No sabía que Rentería sufriese inundaciones. Al parecer era algo muy común en las poblaciones con río...

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  3. si no estuviera muerta de sueño me quedaria lo que resta para llegar a la mañana viendo tu blog! muy interesante, voy a volver! sos muy interesante! exitos

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  4. Muchas gracias, amanecer sin luna. Exitos también para tí.

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