Estos días en que un ejército desordenado de nubes pasa majestuoso sobre nuestras cabezas qué gran encanto tienen. Grandes masas algodonosas, que se alternan con pequeños claros azules, caminan a buen paso hacia grandes espacios abiertos.
Esas nubes blancas, inocentes, que se deslizan a gran altura para aliviarnos de los rigores del sol, qué distintas son de esas otras oscuras, tan abundantes en esta tierra, que se ciernen sobre las montañas, velan la luz y apagan los ánimos más resueltos.
El sol sale y se esconde con un ritmo estimulante, la luz lo invade todo y parece anunciarse la llegada del verano.
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Ya hace un año que leí esta novela deliciosa. Ahora me encuentro con una entrevista a su autor que me la recuerda.