jueves, 17 de julio de 2008

Ágreda, tierra de frontera


Un paisano muy ilustrado me contó, en Calatañazor, que Ágreda, la villa de las tres culturas, era digna de ser visitada. Yo acababa de pasar por ella sin verla. Un mes después, casi por azar, pude decir: al fin en Agreda.

Aparco junto al jardín de la Dehesa, a la entrada, y me encamino hacia la plaza Mayor. La plaza se configura entre una severa iglesia de fachada clasicista y el palacio renacentista que ocupa la casa consistorial. Los coches y el desorden dificultan apreciar su belleza.


Por calles estrechas, paso junto a una sinagoga, que primero fue iglesia románica, y alcanzo el palacio de los Castejón, también renacentista, del XVII. Me arrebatan los patios de estos viejos edificios -bosquecillos de piedra o ladrillo-, donde el sol juega a lo largo del día deslizándose entre las columnas.

Se escuchan voces de niños. Hay una guardería en la planta baja. En la alta hay una biblioteca. Me introduzco en ella. Pido un folleto y una mujer amable y culta me acompaña hasta un balcón desde el que se divida el jardín del palacio, que ha sido retaurado y luce sus esmeradas geometrías vegetales.


Merodeo un poco por la zona. Hay dos iglesias románicas interesantes y, a continuación, doy con el barrio moro. Calles estrechas y solitarias me acompañan hasta la muralla, con sus dos puertas califales. Aquí se percibe la ubicación militar y defensiva de la villa, en un alto enriscado a cuyos pies se desliza el Queiles.


En la página web, encuentro éste ajustado resumen histórico:

“Antiguo castro celtibérico, Ágreda, destacó durante la Edad Media como plaza fuerte fronteriza entre los reinos de Castilla y Aragón, además de como importante centro artesanal en el que convivieron cristianos, judíos y moriscos.”


“La unión de ambos reinos supuso el inicio de su decadencia de la que tan sólo resurgió durante algunos años a mediados del siglo XVII en que una hija de la ciudad, María de Jesús, monja visionaria y consejera de Felipe IV, consiguió beneficios del monarca para su tierra.”


Los castaños están en flor. La lluvia se desliza sobre las viejas piedras. A ratos puedo cerrar el paraguas.

Descanso en la estación abandonada

Villa de las tres culturas

Agreda románica