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Las emisoras de radio portuguesas, que ponían música interesante, se han achabacanado. Fenómeno probablemente irreversible.
El lavadero de casa
En la escalinata del museo de Vigo, el payaso Popín, argentino, tiene cautivado a un grupo de niños. Al lado, en silencio, una concentración de mujeres contra los malos tratos y la violencia de género. “La vida está llena de contrastes”, sentencia una mujer madura.
Entro en una bar próximo y, mientras espero que me atiendan, acodado en la barra, escucho a la mujer que la atiende –con gran eficacia- decirle enojada al camarero de las mesas: “¡A mí no me hables así!”
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Don Casto Méndez Nuñez tiene una estátua en la Alameda de Vigo, obra de A. Querol. En la placa nos recuerdan que fue el autor de esta célebre frase: “Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra”. Recuerdo a un profesor de historia que ironizaba sobre esta sentencia. A mí me resulta extraña en el contexto español.
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Postes de madera y cables de la red telefónica por todas partes. Una imagen de otros tiempos. ¿Acaso los gallegos no pagan el teléfono como el resto?
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Demasiados contenedores de basuras rebosantes o desbordados. Demasiados vertederos en cualquier esquina.
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Las gaviotas chillan enfadadas, esta mañana de sábado en La Guardia. No les gusta la prolongada y estrepitosa traca que anuncia la fiesta de San Cayetano.
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N. me dice que no hay nadie más nihilista que el gallego. ¿Esto casa con el catolicismo supersticioso que menudea aquí y allá? Curas exorcistas, san Campio, promesas, peregrinaciones, amuletos, fetiches… Puede que sí.
Nuevas construcciones en La Guardia
Leo un artículo de Ansón sobre el libro que Preston le dedica a Franco: “Durante 40 años España fue el país donde anidaban la apariencia y el embuste. Se convertían en verdad las mentiras que convenían a Franco, se maquillaba todo, se trucaba todo, se manipulaba todo”. Por lo visto ahora es distinto. Qué humorista este Ansón.
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Playa de Samil. Un reducto exótico. Comemos unos sandwiches junto a la cafetería-restaurante de una tal Karina Fanagan. La susodicha utiliza la megafonía ambiental para radiar las elucubraciones que le pasan por la mente: califica y descalifica a sus amigos y enemigos, respectivamente. Cuando se cansa, pone música. Al rato, vuelve a la carga.
Ha organizado un concurso de esculturas en arena. Maldice a una pareja de checos que destruyen las esculturas. Los pone a caldo. Aprovecha para disertar sobre la inmigración, el terrorismo, la política municipal, etc. El mundo gira en torno a ella, ella vende lo que se tercie y los mortales playeros nos tenemos que tragar esta contaminación acústica.
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Temor reverencial al poder. Puede verificarse en la carretera. Casi nadie respeta los límites de velocidad. Pero cuando aparecen los motoristas o los controles todo son frenazos y parsimonias. Pasamos de 150 a ¡80 o 90! ¡Qué bochorno!
Los nombres. Décimas (tienda de deportes); Tito, Todo Piscinas; la Casa Parroquial (cervecería); Templo (estética, peluquería); Luces de Bohemia (cafetería)...
Negligencia e irresponsabilidad en el centro comercial Haley de Tuy
El año pasado dejé una reclamación por escrito en el supermercado Haley de Tuy. Te juegas la vida en el aparcamiento: los pasos de cebra están sin pintar, no hay limitadores de velocidad, los conductores desaprensivos campan a sus anchas. Ni siquiera se han dignado contestarme o acusar recibo. Este año verifico que todo sigue igual o peor. Pero no tengo ganas de poner más reclamaciones inútiles.
Las notas del año pasado