martes, 18 de septiembre de 2012

Mañana oscura en el estuario del Bidasoa

Amanece un día oscuro, el primero de esta característica en varios meses aunque, ciertamente, no será el último de aquí a la primavera. El cielo no ha descendido demasiado, lo justo para ocultar las cimas de las Peñas de Aya y el Larún, aunque apenas roza la del Jaizkibel. Sin embargo la densidad de las nubes, su grisura, deja impotentes a los rayos solares. Como es el primero después de tantos días soleados no afecta demasiado a mi ánimo. Otra cosa será cuando los días oscuros se sucedan durante semanas, como ocurre con frecuencia. Pero hoy no. Además, a la hora del paseo matinal toca bajamar, una poderosa bajamar de setiembre, y eso siempre es un espectáculo en la marisma de Chingudy.

Los limos de la bahía, descubiertos por la marea, exhiben praderas de herbáceas misteriosas que viven la mitad de su vida sumergidas pero que, cuando se airean, albergan el alimento de un gran número de aves que vienen aquí a desayunar. No falta ninguna de las especies habituales. Están las gaviotas reidoras, las gaviotas grandes, los patos oscuros, las garcetas blancas, los vuelvepiedras camuflados, los gorriones, los mirlos y allá al fondo, lejanos en su isla, los distantes cormoranes, un poco fastidiados porque hoy no pueden desplegar sus alas al sol y se tienen que aguantar con el plumaje húmedo.

Las gaviotas, como de costumbre, practican el individualismo a la hora de alimentarse. Como hay alimento para todos no se producen las peleas habituales. Los patos, por el contrario, son más gregarios y se desplazan en pequeños grupos. Los cormoranes permanecen ajenos a esta agitación: ellos no se dedican a corretear por los limos.

Pero el día es demasido oscuro y pronto llega la lluvia.


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