viernes, 21 de septiembre de 2012

Un bichito taoísta

Camino por la orilla del mar, los pies metidos en el agua, una mañana radiante de otoño. Piso una arena finísima, minúsculos fragmentos de conchas, piedritas pulidas. El agua está limpia y transparente. Mil veces he practicado este paseo y nunca me había fijado en la existencia de estas caracolillas, de apenas un par de centímetros, de las que sobresalen unas patitas que les ponen en movimiento. Observo sorprendido que abundan y que ruedan sobre sí mismas traídas y llevadas por el oleaje.

Recojo una de ellas y las patitas desaparecen raudas en el interior. En el exterior de la caracolilla se alternan franjas marrones y blancas. En el interior habita un minúsculo cangrejo que, en este momento, debe estar aterrado en la palma de mi mano. Por un momento siento la tentación de llevármelo a casa para que lo vean los niños pero enseguida decido volver a dejarlo en el agua.

Así lo hago. Cuando llega la minúscula ola se va dando vueltas tierra adentro. Cuando la ola retrocede se introduce de nuevo en el mar. De pronto la arena lo cubre y allí se queda, enterrado.

La vida de este ser tan frágil es un misterio para mí. Su existencia itinerante, a merced de las mareas y del océano me ha recordado el libro del Tao: “Lo más débil del mundo cabalga sobre lo más fuerte.”

 

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