jueves, 11 de octubre de 2012

Paul Bowles, el recluso de Tánger


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Quienes sientan curiosidad por la mitificada figura del escritor norteamericano Paul Bowles encontrarán interesante este libro testimonial. El autor del mismo, el escritor marroquí Mohamed Chukri, fue uno de los pupilos literarios de Bowles, aunque él se veía como un explotado. En efecto, Chukri denuncia que el americano se quedaba con los derechos de autor de su novela El pan desnudo, de la que había sido traductor y propagandista.

Mohamed Chukri (1935-2003) nació en una aldea del Rif próxima a Melilla. Perteneció a una familia tan pobre como numerosa. Era hijo de un militar que desertó del ejército español. A los once años, harto de los malos tratos de su progenitor, huyó a Tánger, donde se dedicó al vagabundeo, el robo, el contrabando y la prostitución. Fue analfabeto hasta los 20 años y, durante su juventud, llevó una vida de excesos de alcohol y drogas en Tánger, donde, además, entró en contacto con escritores próximos al círculo de Bowles, como Tennesse Williams, Jean Genet, William Burroughs, Allen Ginsberg o Truman Capote.

Es autor de una trilogía autobiográfica en la que destaca El pan desnudo y de varios libros de ensayos sobre escritores. Su tono directo, conciso y agresivo, además de su temática relacionada con el sexo y las drogas, chocó radicalmente con la literatura árabe tradicional y le valió ser prohibido durante años en su propio país.
                                                                  
Paul Bowles llegó a Tánger, en compañía de su amigo ell músico Aaron Copland, en el verano de 1931. Aún le dio tiempo a afiliarse al Partido Comunista, entre 1939 y 1941, antes de regresar en 1947, una vez casado con la también escritora Jane Auer. Llegó para pasar un verano y se quedó el resto de su vida. Tánger estaba entonces bajo dominio internacional “y podías conseguir cualquier cosa mientras pagaras su precio. Todo era corruptible”. A Paul le encantaba. A partir de la independencia del país Marruecos le empezó a gustar menos, considerablemente menos. Y todavía menos que Marruecos le gustaban los marroquíes. “Es muy difícil vivir en un país musulmán si no comulgas con esta religión.”

Aquí un inciso para apuntar la opinión de Bowles –fechada en 1993- sobre un tema que afecta a España, a la España anterior a los atentados del 11-S. “Aún hoy en día se habla seriamente de recuperar Al-Andalus. Si no lo hacen no es por falta de ganas: odian a España y a todos los países extranjeros. Son xenófobos y mi opinión es que probablemente intenten invadir el sur de España aunque sin éxito.” Bowles estaba convencido de que el siglo XXI será el del enfrentamiento entre los musulmanes y Occidente.

Afortunadamente para él siempre consideró que los lugares son más importantes que la gente que los habita. Aplica esta filosofía estoica y escéptica para no salir corriendo: “Antes que huir creo que es mejor afrontar las situaciones que nos incomodan y soportarlas mientras nos sea posible. Si no el deseo de evasión nunca desaparece.”

Fue a principios de los cincuenta cuando los precursores de la Generación beat empezaron a dejarse caer por Tánger. Al principio Paul los acogía. Luego empezó a cansarse de ellos. Nunca se consideró un beat ni tuvo nada que ver con los hippies.

Aunque era muy respetuoso en su comportamiento en sociedad –nunca fumaba kif en público- no fue una persona extrovertida. Era más bien un cautivo del fatalismo. Su mujer le llamaba “frasco de depresión”.

Paul, a diferencia de su esposa, siempre fue perseverante a la hora de trabajar. Además de escritor fue también pintor y músico. “El aburrimiento es quizá lo que empuja al hombre a rendir mejor en el trabajo.” Siempre reconoció que la presencia de Jane espoleaba su producción literaria. De hecho tras su muerte no volvió a escribir nada significativo. Se dedicó a transcribir la producción oral de sus amigos marroquíes y a la traducción de los mismos, lo que originó algunos problemas dado que era él quien cobraba los derechos de autor en detrimento de los marroquíes.

Su tacañería, a juzgar por Chukri, debió ser considerable. “Sabemos que él adora el dinero e intenta arrimarse a quien lo tiene.” “Le gusta la buena vida sólo cuando no tiene que pagar por ella.” Como he señalado, Chukri le acusa reiteradamente de percibir cada año los derechos de autor de sus libros traducidos por él. Le acusa de hacer lo mismo con Mrabet, otro de los pupilos del americano. “Vivió pobre y morirá rico”. Y así fue, en efecto.

La sexualidad de Paul siempre ha sido controvertida y un punto misteriosa. “Paul tiene una lívido muy débil. El sexo no era importante para él”, dijo uno de sus amigos. Llevó su homosexualidad con discreción y esquivó siempre las preguntas sobre el tema. Nunca se ha fiado de nada ni de nadie, pero su sentido del humor apacigua y suaviza este recelo.

Hacia los años cincuenta Paul dejó de viajar. “No viajo porque ya no hay barcos”. También se encerró en sí mismo. “No tiene la costumbre de ir llamando a la puerta de nadie.” Desde la independencia del país tampoco acude a los bares, cafés ni restaurantes. Se contenta con una salida al día, por la tarde. Va a correos y al mercado nuevo de la calle Fez.

Paul adora a los gatos y odia a los perros. “Los perros deberían estar en el campo. Son animales agresivos. El gato, a pesar de su orgullo, es un animal tranquilo.”

Con el paso de los años Paul, que adoraba la luz del desierto y los climas ecuatoriales, se volvió alérgico al sol. Acabó perdiendo el interés por sus viejas querencias. “Ha visto tanto que parece aburrirse. Está empachado de experiencias.”

El libro de Chukry le dedica también un capítulo a William Burroughs. A este lo trata con menos consideración que a Bowles. “Burroughs vivía aislado y no confiaba en nadie. Nunca salía de casa sin una navaja o una pistola, a la que le sacaba brillo a menudo.” El autor de Yonki nunca se mostró amable con los marroquíes, “ni tuvo la menor cortesía.” Al cabo de algún tiempo parece que se le pasó la paranoia y se encontró más a su gusto.

Aunque no llegó a conocerla personalmente, Chukry se interesa mucho por la desdichada figura de Jane Bowles. Le dedica buen número de páginas, de las que espero ocuparme en otro momento. Dos damas muy serias, que ya tengo olvidada, siempre me pareció una gran novela.

Mohamed Chukri. Paul Bowles, el recluso de Tánger. Ed. Cabaret Voltaire. 2012. 206 pág.


 

 

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