A primera hora de la mañana festiva la carretera entre Burgos y Soria está desierta. Circulo tranquilamente mientras el paisaje se despereza de la niebla. En Barbadillo del Mercado me desvío a la izquierda. La estrecha carretera, que comienza a internarse en las estribaciones de la Sierra de la Demanda, acompaña aguas arriba al pequeño río Pedroso, afluente del Arlanza. Hoy no tengo previsto caminar, sino visitar un par de iglesias románicas y, a continuación, internarme en algunos pueblos de la Sierra.
La galería porticada
A la vuelta de una curva me sorprende, subida en un altozano, la iglesia de Vizcaínos, consagrada a San Martín de Tours, erigida en las últimas décadas del siglo XI, nada menos, una maravilla. Doy tres o cuatro vueltas a su alrededor, no me canso de admirarla. Su repertorio escultórico, además de encantador, es de una gran riqueza. Sorprende que a estas alturas de la devastación todavía se puedan contemplar obras tan gloriosas como este pequeño templo serrano.
Esta iglesia fue construida en dos tiempos. La única nave y el ábside son de las últimas décadas del XI, en estilo de la denominada escuela serrana. La bella torre y la galería, ambas porticadas, son unas décadas posteriores y se atribuyen a la escuela silense.
Ventana del ábside
Un tema clásico del románico esculpido en un canecillo
Los motivos escultóricos, que adornan los canecillos de las diferentes partes del edificio, están tallados con esa simplicidad y esquematismo, como corresponden al románico. Pueden verse cabezas de animales y de personas, pequeños grupos, motivos geométricos y vegetales. Al margen de su simbología, que se escapa a un profano como yo, su encanto artístico es extraordinario. Unos pequeños prismáticos se han vuelto imprescindibles en mis excursiones para disfrutar de los detalles.
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