jueves, 8 de agosto de 2019

Un paseo por Ojo Guareña, Espinosa de los Monteros y Medina de Pomar



Ojo Guareña es un paisaje kárstico de cuevas y galerías kilométricas

Estamos a finales de abril, pero ha salido una mañana veraniega y, a lo largo de la jornada, el calor aprieta. Tengo un poco abandonada la zona norte burgalesa, la que se conoce con el nombre de Las Merindades, una región montañosa y verde, con más influencia atlántica que continental. Hoy me acercaré hasta Ojo Guareña, en la merindad de Sotoscueva, que está a más de cien kilómetros al norte de la capital.

Hay varios itinerarios posibles. Me decanto por el que, por Sotopalacios, asciende hasta el páramo de Masa y, por el puerto de Mazorras alcanza la localidad de Villarcayo.

Es una carretera tranquila que se complica en el último puerto por lo sinuoso del trazado. A continuación, se introduce en el desfiladero de los Hocinos, que discurre por un paraje de naturaleza exuberante y fragante. A través de él hemos cruzado el río Ebro y accedemos al valle sobre el que se asienta Villarcayo, capital administrativa de la comarca.

Junto a Quintanilla del Rebollar se encuentra el Centro de Visitantes del Monumento Natural de Ojo Guareña. Este complejo kárstico, que forma parte de la Cordillera Cantábrica, es uno de los más importantes de España. Está formado por más de cien kilómetros de galerías, excavadas por los ríos Guareña y Trema. Las numerosas cuevas han sido utilizadas por el hombre durante miles de años, entre el Paleolítico y la Edad Media. En ellas se han encontrado restos de industria lítica y pinturas rupestres.

En el centro nos facilitan información para visitar la cueva de San Bartolomé y la ermita semirrupestre de San Tirso y San Bernabé. Hay un montón de escolares que visitan el centro y que se disponen a seguir nuestros pasos, así que aceleramos para no coincidir, porque son muchos y estamos en clara minoría.

Debido a esta urgencia nos quedamos sin ver el antiguo vivero forestal, que está aquí al lado y que contiene una pequeña senda botánica.

En el año 1996, esta comarca, que comprende 13.850 hectáreas de superficie, fue declarada Monumento Natural. Se calcula que en las oquedades hay más de 180 especies de invertebrados y una gran variedad de murciélagos. En el exterior nidifican numerosas aves y viven mamíferos como el gato montés y la nutria.

Al tratarse de una zona de transición entre el Atlántico y el Mediterráneo, la vegetación es muy variada: robles, hayas, encinas, chopos, alisos y pinos son algunas de las especies que proliferan.


Acceso a la cueva de San Bartolomé y a la capilla de San Tirso y San Bernabé
A siete u ocho kilómetros, en un bello paraje elevado, se encuentra el acceso a la cueva y a la ermita. Varias rutas de senderismo (hay diez señalizadas) empiezan y terminan en este punto. Es una pena no realizar algún paseo pero lo cierto es que el calor aprieta y no hay tiempo para más.

Se trata de una visita guiada, de unos cuarenta minutos, y hay que ponerse un casco (y ropa de abrigo si la hubiere, pues dentro el termómetro no pasa de los 12 grados). El guía nos introduce en la cueva y, como aperitivo, nos pone un vídeo explicativo de 12 minutos, pero se han olvidado de poner sillas y hay que verlo de pie. He observado ya en varios lugares esto de los vídeos dramatizados. Lo quieren hacer tan popular y accesible que, en mi opinión, resultan aburridos, máxime cuando hay guías de carne y hueso que lo pueden hacer bastante mejor.

Tras la proyección, nuestro guía nos conduce por unas galerías  acondicionadas con tablas de madera e iluminación. Vemos pequeñas pozas donde se acumula el agua. Se dice, como no podía ser menos, que este agua tiene propiedades curativas. Enseñan también unos hoyos excavados en el suelo que se utilizaban como silos y despensas de granos y frutos.





La galería termina en la gran cavidad que alberga la ermita de San Tirso y San Bernabé. En ella podemos ver un osario, algunos ex-votos y abundantes pinturas murales. Estas pinturas, admirablemente conservadas, datan de 1705 y en ellas se representan, con trazo firme y coloreadas, escenas solanescas del martirio de San Tirso y hechos milagrosos protagonizadas por ambos santos. El pobre Tirso, tras ser torturado, fue condenado a ser partido por la mitad con una sierra pero, al parecer, la sierra se puso tan pesada que los verdugos no pudieron manejarla aunque, en última instancia el futuro santo murió. Fue en el año 251. Las pinturas se encuentran en muy buen estado, debido al parecer a la sequedad del lugar.

Curiosamente, esta ermita ha sido también archivo municipal, pues hasta mediado el siglo XX se utilizó como consistorio. Por si fuera poco durante algún tiempo se utilizó también como cárcel.

Cuando abandonamos el lugar llegan los dos colegios. Arriba, en el parkin, hace calor, lo que se agradece tras la visita a la cueva.

Doce kilómetros al este se llega hasta Espinosa de los Monteros, de unos 2000 habitantes. Es una localidad cargada de historia, lo que se traduce en una gran abundancia de torres, palacios, iglesias y casonas. Tras la capital, es la segunda población burgalesa en cuanto a monumentos catalogados. Entre otros; la torre de los Velasco; el palacio de los Fernández-Villa, renacentista; el palacio de Chiloeches, renacentista con añadidos barrocos; cuatro iglesias y dos museos.



Palacio de Chiloeches, en Espinosa de los  Monteros

Después de comer en un restaurante de la plaza, damos un paseo por sus calles, pero hace tanto calor que, tras una hora, desistimos y nos encaminamos hasta Medina de Pomar, donde nos ocurre algo parecido.

Medina está a unos veinte kilómetros al sur, ya en dirección a Burgos. Es la localidad más poblada de las Merindades, con unos 6000 habitantes. Medina de Pomar viene del árabe, medina, la ciudad y del latín, pomar, manzanos. La ciudad de los manzanos.

Su larga historia está condicionada por la concesión de señorío que en 1369 el rey castellano Enrique II de Trastámara otorga a su camarero mayor Pedro Fernández de Velasco. El título de ciudad lo recibió en 1894 a manos de la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena por el apoyo de Medina en la tercera guerra carlista.


Alcázar de los Velasco, en Medina de Pomar

La arquitectura, como en el caso anterior, se compone de un conjunto de casas blasonadas, iglesias, ermitas y palacios. Por la calle Mayor se asciende hasta el cerro donde se levanta el alcázar de los Velasco, del siglo XIV, conocido como Las Torres. Se trata de un palacio residencial que, a la vez, era castillo defensivo. En la actualidad alberga el museo histórico de las Merindades.

Destaca también el monasterio de las clarisas, al sur, que alberga el panteón de los Velasco y el museo de los Condestables.



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