
Decididamente abandono la novela de Rosa Chacel, La sinrazón. No aprecio tanta prolijidad, tantas explicaciones. Creo que no ha envejecido bien esta supuesta obra mayor.
También ando estos días con “Alcancía. Estación Termini”, la última entrega de sus Diarios. La autora tiene ochenta y tantos, tras su largo exilio, ya se ha instalado en España y se ha quedado viuda. Pero la extraordinaria coherencia y calidad de los dos volúmenes anteriores ha desaparecido.
Lleva una intensa vida social y cultural, publica, recibe premios. Está encantada, como es natural. Pero ahora entiendo a los que decían de ella que nunca dejó de ser “una señorita de Valladolid”. Tiene la manía de los nombres propios, algo muy pijo, como si todo el mundo supiera quién es Luis Antonio o Julián o Pepito de los Palotes. Como la edición es a la española, es decir, sin notas y descuidada, la mayor parte de las veces no hay forma de saber de quién está hablando.
Lo malo de publicar estas cosas es que, si uno empieza a leer su Diario por aquí se hace una idea equivocada y puede desistir de leer las dos entregas anteriores (Alcancía ida y Alcancía vuelta), que son muy interesantes. La lucha de esta mujer artista, contra viento y marea, por sacar adelante su obra revela mucha grandeza. En fin, lo seguiré intentando con alguna de sus novelas.
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