lunes, 4 de noviembre de 2019

La iglesia mozárabe y el espectacular osario de Wamba




He explorado un poco la comarca de los Montes Torazos, un páramo elevado entre el sur de Palencia y el oeste de Valladolid. Pequeños pueblos agrícolas en los que se cultiva el cereal y la vid y donde abundan los restos de fortificaciones debido a su condición de frontera entre los antiguos reinos de Castilla y de León.


Para cuando llego a Wamba, procedente de Burgos, ya es mediodía. Me he perdido al salir de la autovía -debido a mi torpeza con el GPS del móvil- y he aparecido en el campo de fútbol de Valladolid. Una vez allí, he parado un rato para aprender el manejo y he llegado, por estrechas carreteras desiertas, hasta la localidad de Wamba, donde está la iglesia de Santa María, de origen mozárabe, que tengo interés en visitar.





Como es habitual el templo está cerrado, pero hay un cartel en la puerta que facilita un teléfono de contacto. Llamo y una mujer se ofrece a enseñarlo. Diez minutos más tarde nos saludamos, pero, entretanto, otras dos personas se han presentado en el lugar y se suman a la visita.

La localidad de Wamba debe su nombre (antes se llamaba Gérticos) al rey visigodo del mismo nombre que, dicen, fue coronado aquí, pues aquí falleció, en una villa de su propiedad, el rey anterior, Recesvinto, que reinó entre el 653 y el 672.


Recesvinto fue el creador de un Código común para hispanorromanos y visigodos, lo que ha sido considerado como un avance importante en cuanto a la unidad del país. Además fue el fundador de la iglesia de San Juan de Baños, aún en pie y en buen estado de conservación, de la que ya se ha hablado en este blog.
Otros dos asuntos relevantes se relacionan con Chindasvinto: la reanudación de las políticas
antijudías, que su padre había
suspendido, y el precioso tesoro de Guarrazar, del que forma parte la cruz de Chindasvinto, que puede verse en todo su esplendor en el Museo Arqueológico Nacional.

Se dice que su sucesor, Wamba, no quería ser rey, debido a que se consideraba anciano para ello (¡ya tenía 42 años!), pero fue obligado a asumir la corona por parte de la nobleza. Reinó entre 672 y 680 y luego se retiró los últimos ocho años de su vida al monasterio -hoy desaparecido- de los Monjes Negros en Pampliega, Burgos.

Parece que Chindasvinto estuvo enterrado aquí, hasta que en el siglo 13 el rey Alfonso X el Sabio ordenó trasladarlo a Toledo, a la iglesia de Santa Leocadia. donde también había sido conducido el cadáver de Wamba. El caso es que media docena de siglos más tarde, las tropas napoleónicas saquearon ambas sepulturas, seguramente para convencer a los tercos españoles de las virtudes de la revolución francesa. Desde 1845 ambos monarcas yacen en la catedral de Toledo.


En la iglesia de Santa María predomina el románico, pero su origen es anterior, de siglo 10, según se deduce de su cabecera mozárabe. Consta de tres naves y dos capillas, la de doña Urraca y el Osario. Esta última es la estrella del lugar, pues alberga una colección de calaveras y huesos realmente notable.

El mozárabe que puede verse aquí procede de un pequeño monasterio que debió fundarse hacia el siglo 10. La comarca estaba siendo repoblada por gentes procedentes del norte y es por ello que el estilo constructivo -a diferencia del otro templo mozárabe vecino, el de San Cebrián de Mazote-, tiene más influencias visigodas y asturianas que de Al-Andalus.

En la capilla de doña Urraca hay también una bóveda mozárabe, sustentada con las ramas de la tradicional palmera, cuya columna está muy desgastada. También aquí hay restos de pintura mural.

Lo primero que llama la atención en el interior del templo son los bellos arcos de herradura que conducen a los espacios del ábside. Pueden verse aún restos de pintura mural policromada. El conjunto produce un efecto de antigüedad envolvente y asombroso.

El monasterio desaparece en el siglo 12 y da paso a la edificación románica. A mediados de este siglo, el rey de León trae a los Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista de Jerusalén, orden que conserva la cabecera y añaden un románico tardío de influencia cisterciense. Los bellos capiteles con motivos de plantas, animales y personas son una muestra espléndida.

Muy curiosa también la pila de agua bendita, que es en realidad un capitel bizantino de mármol, elemento de mucho prestigio en estas latitudes.

Pese a todas las vicisitudes por las que pasó la orden de los hospitalarios estos siguieron aquí, con periodos de gran desarrollo entre el 13 y el 18, hasta que la demoledora desamortización de Mendizabal acaba con el monasterio, como acabó con tantos lugares similares en España.

Nuestra guía nos muestra también la pequeña sala capitular, copia de la existente en el vecino monasterio de la Santa Espina y que hoy se dedica a capilla bautismal.

A continuación salimos al claustro exterior, del que apenas queda un gran patio, con un pozo en el medio y un par de sarcófagos de piedra en un rincón. Pero aún queda por ver uno de los atractivos de este lugar: el osario. Aquí uno no puede menos que sorprenderse.


Se trata de una antigua capilla con bóveda de cañón. Las paredes están cubiertas por miles de huesos y calaveras, perfectamente ordenadas y que no dejan hueco alguno. Se calcula que hay unos 2500 o 3000 restos, casi todos procedentes de los siglos 13 al 17.




La guía nos comenta que hubo muchos más, hasta cubrir también los techos, pero que muchos de ellos fueron llevados a alguna universidad madrileña para su estudio y nunca se supo más de ellos.

Nos dice también que esta fue una capilla de reflexión de lo que puede deducirse que era utilizada por los monjes para meditar sobre la fugacidad de la vida y la inminencia de la muerte.

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