Esta tarde me he asomado a la bahía, lo que no ocurría desde hace varias semanas. El paseo que la bordea está cerrado al público. Toda la costa, incluso la urbanizada, ha sido clausurada, como si la mar fuera a contagiar el virus. Las autoridades no se fían de la ciudadanía --creen que si les dejan circular junto al mar no van a respetar las consignas de distanciamiento social--. Sin embargo, los ciudadanos sí debemos fiarnos de las autoridades. Asunto paradójico.
He tenido que conformarme con ver la bahía a una distancia. Seguía tan bella como de costumbre. Este es un lugar que se llena dos veces y se vacía otras dos a lo largo de cada día, lo que le da una gran variedad y movilidad.

La mañana ha salido tristona y gris, pero por la tarde el cielo se ha abierto, ha entrado más luz a través de las nubes rotas y la luz se ha estabilizado en un tono sereno y un punto melancólico. El aire del sur ha esparcido una agradable tibieza.
Me he acercado hasta el armario de los libros, que está en la rotonda junto al puerto deportivo, más por curiosidad que otra cosa. Me ha sorprendido que estuviese lleno. La gente no lo utilizamos demasiado estos días. Es comprensible.

También me he asomado a la playa, cuyo paseo está precintado y, tras un par de fotos, he regresado. Por el camino, he encontrado a unos conocidos que estaban plantando árboles en su casa. Hemos charlado un rato y se me ha echado la hora encima. He olvidado felicitarles por su labor. Lo hago desde aquí, aunque no es probable que lean esto.
MISA DE RESURRECCIÓN. Por la mañana me asomo a la misa de Resurrección desde la Basílica de San Pedro. Francisco, revestido de blanco, oficia en solitario. Apenas una docena de asistentes. Impresiona el barroquismo de este lugar, que la cámara recorre morosamente, vacío de público. Poco después, y desde el mismo interior, imparte la bendición urbi et orbi.
Esperaba escuchar un gran revuelo de campanas a continuación, como los años anteriores, que se podían escuchar las campanas de las tres localidades asentadas en la desembocadura del Bidasoa. Pero no he escuchado ninguna. No puedo creerlo. Qué tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario