1. Ayer, muy animoso, me puse delante de la tele con el Plácido de Berlanga. Fue un intento de cumplir con el cánon. Nada. Fracaso. Lo dejé al cuarto de hora. No A soporto el griterío, la chabacanería y el que todos se pongan a hablar a la vez. Supongo que en su momento –año 1961– sería una peli muy transgresora, pero hoy a los jóvenes no les interesa este tipo de cine y a los mayores, al menos a mí, me resulta triste y tedioso. No sé qué le rondará por la cabeza al que programa este tipo de películas o, mejor, prefiero no saberlo. Se podrá argumentar que, en realidad, esta película pretende satirizar una época y una sociedad, pero yo prefiero el olvido y, sobre todo, no tener que volver a contemplar estas escenas.
2. Casi siete millones de espectadores vieron el año pasado a la espabilada C.P. comerse las uvas. La joven, por cierto, ha dedicado, como de costumbre, el mes de diciembre a exhibirse en los medios para promocionarse de cara a Nochevieja. Ahora se victimiza un poco –asunto que siempre vende bien– y dice que no salir un año más a hacer un estriptis rancio en la tele sería ceder ante el odio. ¡Pero qué lista es mi niña!