
El primer día que pasaron juntos, a solas, ella escribió en su diario: “Me di cuenta de que aunque estuviéramos hablando hasta el día del Juicio Final siempre me sabría a poco”. La perspicaz Simone de Beauvoir había intuído la esencia de su relación con Jean-Paul Sartre: un amor intelectual, más allá de la pasión y el sexo, si es que un amor semejante puede recibir ese nombre.
En efecto, cuando ella tenía 33 años, durante la Ocupación alemana, supo que su relación sexual con Sartre había terminado. Ella lo toma con resignación: “Es algo aceptado que la costumbre acaba con el deseo del hombre”. Su padre había abandonado a su madre por el mismo motivo: George de Beauvoir perdió el interés por su mujer y empezó a frecuentar prostitutas.
En este punto en que muchas parejas se rompen ellos continúan su relación. Años después ella le confiesa a su amante americano Nelson Algren: “Mas que amor era una amistad íntima”.
Desde el principio de su relación ambos tuvieron otros amores y otros amantes. Ella con hombres y con mujeres. El sólo con mujeres. Y ambos con predilección por los jóvenes, circunstancia a la que no era ajena su condición de profesores de instituto.
Con el tiempo los que no fueron saliendo de sus vidas constituirían el clan Sartre, una curiosa mezcla de relaciones pasionales, afectivas e ideológicas, una familia sui generis en la que él oficiaba de patriarca y ella era su brazo derecho.
Sartre, al margen de sus abundantes relaciones esporádicas, practicaba una poligamia de hombre con posibles. Mantenía a varias mujeres y distribuía su tiempo entre ellas de una forma escrupulosa. Hasta las vacaciones las tenía repartidas. Ellas, en la mayor parte de los casos, ignoraban sus relaciones con las otras. Sólo Beauvoir –su cómplice y su coartada- estaba al corriente de todo.
En una ocasión, el que fuera su secretario durante décadas, Jean Cau, le preguntó al filósofo: “¿Cómo se las arregla con todas sus mujeres?” “En ocasiones hay que recurrir a un código moral transitorio”, fue la respuesta. Más adelante, ante la misma pregunta formulada por uno de sus biógrafos Sartre se muestra menos remilgado: “Les miento. Es más facil y más decente”. “¿A todas?” “A todas”. “¿Incluso al Castor?” “Sobre todo al Castor”.
Ella, por su parte, siempre mintió en público sobre sus relaciones con las mujeres: “Nunca hubo pasión sexual por mi parte”, aseguraba en contradicción a lo que relataba en su correspondencia privada. En este punto Beauvoir establece matices entre la “relación carnal” con mujeres, que no negaba, y “pasión sexual”. Tal vez reservaba esta para sus amores masculinos, pero no parece probable.
Todas estas circunstancias provocaron que a muchos la pareja les recordaba al vizconde de Valmont y a la marquesa de Merteil de Las amistades peligrosas.
No puede negarse, sin embargo, que ambos hicieron lo posible por no ocultar la verdad de las cosas a las generaciones futuras. Pero hubo que esperar a sus fallecimientos y a la publicación de sus respectivas correspondencias para conocer la verdad de sus relaciones. En este sentido fueron transparentes y ejemplares.
Curioso también sus respectivas paternidades transferidas. Ninguno de los dos tuvo hijos pero ambos adoptaron, por separado, a dos jóvenes: él a Arlette Elkaïm y ella a Syvie Le Bon. Ambas fueron sus amantes y albaceas literarias.
En los años sesenta y setenta muchos jóvenes consideraron la “relación abierta” de Beauvoir y Sartre como un ejemplo. El tiempo y la investigación ha puesto las cosas en su sitio. La escritora angloaustraliana Hazel Rowley ha publicado un libro extraordinario en el que estudia la historia de esta pareja. Esta nota es fruto de su lectura.
Curiosa relación la mantenida por esta pareja y envidiable 'lealtad' a pesar de todo.
ResponderEliminarBuen día
Así que las mujeres de Sartre no veían con buenos ojos a Beauvoir, les recordaba a una suegra demasiado vigilante. Gracias por el comentario, Olvido
ResponderEliminarYo me quedo siempre "alrededor del asunto"... Recuerdo que, desde siempre, he evitado desvelar el misterio de la belleza de las cosas, o al menos esa parte del misterio que Kant definía como "lo sublime". Me ocurría con los viajes, que no me gustaba preparar, sino en los que prefería dejarme llevar, sin volver a indagar jamás en la ruta... Algo así como una Ariadna fascinada por el laberinto.
ResponderEliminarCon la filosofía me ocurre también que dejo transcurrir años, alimentándome de comentarios de terceros sobre la obra que me interesa, antes de agarrar el toro (o el Minotauro) por los cuernos y leer, de una vez por todas, el original. Supongo que esto obedece, en parte, a mi incapacidad para digerir la materia prima “sin elaborar”. Los comentaristas me la mascan primero, dejándomela digerible. Aunque supongo que en ese “método” subyace también esa fascinación por los “fragmentos”, que me dejan abiertas muchas más puertas que las obras completas.
Quizá por eso leo los capítulos de El Aleph salteados, volviendo una y otra vez sobre algunos y manteniendo intactos otros...
En cualquier caso, esta reseña tuya sobre Sartre, me ha resultado cautivadora; un nuevo aliciente para abordar al autor... Si es que algún día me animo.
No sé si hay retardo en la publicación o no conseguí hacerlo bien, pero yo intenté colgar ayer mi comentario ... que no veo
ResponderEliminar:-(
Es interesante lo que cuentas, Glo. A mí con la filosofía me ocurre algo parecido. También tengo predilección por los fragmentos y sus cultivadores.
ResponderEliminarRespecto a Sartre conozco más su faceta literaria que la filosófica. Me interesó en su día La náusea y ahora estoy con Las palabras. Encuentro esta última obra un poco torrencial, tal vez debido a la aficicón del escritor por la coridrina.
Sobreviviendo, no me ha llegado más que éste. Siento tener que pasar por un filtro los comentarios. Lo hago por los virus que andan sueltos y que ya empezaron a atacar el blog. Preferiría poder borrar los comentarios infectados a posteriori, pero creo que aquí -a diferencia del DV- no se puede.
ResponderEliminarSiempre apasionantes estos dos. Desde que los conozco nunca dejan de sorprenderme aunque, en el fondo, en lo personal me estén contando una vieja historia.
ResponderEliminarFresquitos y mediterráneos días.
Lo entiendo Juan-Luis, no quería volver a dejar un comentario repetido, de ahí mi indicación.
ResponderEliminarSimplemente decía que curiosamente no veía esa relación (Sartre/Beauvoir)como envidiable, al hilo del comentario de Olvido, pero según se enriquece el artículo con nuevos comentarios (como el de Glo) hay que comprender que somos distintos y que ¡efectivamente! se van tomando distintos capítulos, al igual que distintos comentarios que nos ayudan a digerir lo que "nos apetece" degustar, pero que por su magneficiencia creemos no estar preparados (y seguramente será verdad).
Mertxe. No cabe duda de que estos dos abrieron muchos caminos. A ella, sobre todo, la pusieron a parir por sus libros autobiográficos y desinhibidos. Ambos le echaron mucho valor, aunque sus posicionamientos políticos, su defensa a ultranza del régimen soviético, en especial, nos resultan hoy incomprensibles. Al menos a mí.
ResponderEliminarUna cosa es cierta, Sobreviviendo. Sartre y Beauvoir mantuvieron su amistad íntima durante toda su vida desde los veinte años. Eso no abunda, me parece.
ResponderEliminarJuan-Luis cuando dices "amistad íntima" ¿te refieres a sexo?
ResponderEliminarNo, nada de sexo. Entre ellos no lo hubo a partir de 1940. Se pasaban los amantes el uno a la otra, y viceversa, en especial jóvenes, pero entre ellos nada. Es curioso, ¿no?
ResponderEliminar"¿Curioso?" ... ¡¡mmmmm!! ... tú has leído el libro ... ¿no tienes algún otro adjetivo más apropiado? .. ¡¡seguro que sí!! ...
ResponderEliminar:-)
Bueno, Sobreviviendo, utilizo el término "curioso" a modo de muletilla, por pereza. El libro en cuestión no se mete en este tema aunque lo cita. Hasta la muerte de ambos, una vez que se publicó su correspondencia completa, no se supo que algunas mujeres jóvenes fueron "seducidas" por el Castor y luego "reenviadas" a Sartre, que también las sedujo. Incluso Sartre se mostraba sarcástico al respecto. Esto escandalizó a bastante gente, al parecer. Yo no he leído esas cartas y puede que se me escapen detalles importantes. Cuando las lea seguramente cambiaré el adjetivo.
ResponderEliminar:=)
Pues ... esperaré el comentario
ResponderEliminar:-)
Muy interesante. Hubo novedades?
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