miércoles, 28 de enero de 2009

Azorín en Hendaya

Reeditan al maestro Azorín. Cosa rara. Se trata de París bombardeado, publicado en 1919. Son varios los libros que el francófilo Azorín ha dedicado a Francia. Este es una breve delicia. Pese al título, la guerra es aquí un eco lejano, el eco de aquel gran cañón que los alemanes utilizaron contra la capital francesa. Este libro podría haberse titulado: “Mis días en el Majestic con guerra al fondo.” En el primer capítulo describe el viaje en tren desde Madrid, con la preceptiva parada en Hendaya:

En la estación de Hendaya, al atravesar su zaguán, he visto a la viejecita enlutada a quien tantos libros y periódicos he comprado durante muchos veranos. Echo un vistazo a su pequeña librería, y luego, como en volandas, vertiginosamente, un magnífico automóvil me lleva a un hotel de la playa de Hendaya. Estoy sentado en una mesita, frente al mar. Es la una de la tarde. Allá en la lejanía del horizonte se divisa casi impreceptiblemente el humo de un barco que cruza. La comida es delicada y suculenta. Sólo a los postres y a la hora del café he notado la falta de azúcar y de golosinas azucaradas. Tras la comida, en el vasto y claro vestíbulo del hotel, dormito un momento sentado en un ligero sillón de mimbres. El silencio es perfecto, maravilloso: maravilloso como el silencio de que Cervantes habla en varios pasajes de sus libros. Ni servidores ni huéspedes hablan en voz alta, ni mueven violentamente los muebles, ni dejan caer estrepitosamente objetos. La sensación de quietud y sedancia es admirable. Por los anchos ventanales se columbra la inmensidad azul del mar.

Azorín, París bombardeado, Biblioteca Nueva, 84 p., 7 euros

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4 comentarios:

  1. Azorín, el magnífico Azorín... Por cierto, ese silencioso deambular de los franceses, no sólo por los interiores, también por el exterior, siempre me ha sorprendido. Pasé dos años en Limoges y en Saint-Léonard-de-Noblat y nunca, pero nunca jamás, vi a la gente gritar u organizar jaranas porque sí, por costumbre o inercia. Ahora, supongo, las cosas han cambiado, no en vano somos Comunitarios, sin embargo no creo que alcancen los niveles, o, mejor, decibelios que nos gastamos por aquí.

    Magnífica fotografía, en cuanto al libro creo... creo... creo que lo leí hace mucho tiempo.

    Moínas tardes mediterráneas (hoy nos toca por aquí), Juan Luis.

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  2. No sé, Mertxe, a mí me parece que las diferencias de decibelios siguen siendo abismales. Y además observo que los chavales chillan como supliciados así que...

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  3. Me reconozco en ese bello pasaje, contemplativo y casi extático...

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  4. Mohínas con h intercalada...

    (Una sólo es pejiguera en estas cosas, lo juro por mis sacrosantos percebes...)

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