Es una pena
que esta bella y formalmente perfecta película caiga finalmente en el
melodrama, pero quizá, precisamente por esa casi inhumana perfección, no podría
ser de otra manera. Haneke se agarra al melodrama porque no tiene otra cosa a
la que agarrarse y, en el fondo, todos necesitamos agarrarnos a algo, aunque
sea a un sentimiento vago y remoto.
El
melodrama, hoy, se me antoja fuera de lugar. La razón es sencilla: hoy, que lo
podemos saber todo, que disponemos de información suficiente, no cabe el
recurso escapista a la imaginación. Cada vez que recurrimos a la imaginación, a
la fantasía, escamoteamos la cruda realidad y, por tanto, somos corresponsables
de ella.
¿Se ha
planteado en esta película un debate sobre la eutanasia? Entonces todavía es
peor porque no es creíble que una pareja de clase alta (y progresista – ¡están
abonados a Le Monde!) no haya podido solucionar esta agonía de forma civilizada
(mediante el uso de medicamentos/ drogas), en un país tan civilizado como
Francia. No es creíble, no es real.
Amor parece
un retrato de fin de época. La decadencia de una clase social: la alta (o
media) burguesía. La soledad de la pareja, que apenas se relaciona con los
porteros del inmueble. La hija es una burguesa desquiciada por su situación
económica, interesada en la herencia, incapaz de entender a su padre y a su
madre, relegada por los amoríos de su marido y con los hijos –que no aparecen-
haciendo sus vidas. Es un fracaso habida cuenta de que los padres siempre somos, en buena parte, responsables de nuestros hijos.
Dicho esto,
que no he querido edulcorar porque publicidad favorable ya ha tenido bastante
esta película, debo decir que Amor es una obra muy estimable, con unas
calidades estéticas que harán la delicia del aficionado. La fotografía, con una
luz intimista y elegante, es una maravilla, igual que la puesta en escena. No
sobra ningún plano y, cada uno de ellos, se ajusta perfectamente al hilo
narrativo. Una sobriedad emocionante.
Por último
destacar a un actor octogenario: Jean-Louis Trintignant. Su interpretación es
sencillamente inolvidable. Para mí es el alma de esta obra.
Mucho se ha
discutido sobre el cine de Haneken. Yo no puedo decir gran cosa al margen de
esta película, la única que conozco de su filmografía. En este enlace el
filósofo y crítico Ignacio Castro Rey hace un estudio sobre este director austriaco tan premiado en los últimos años. El ensayo, titulado Contra
Haneken, es demoledor pero creo que interesante. Habría que tener en cuenta que
el análisis no incluye esta última obra.
Lamento no estar de acuerdo en casi nada. No me parece simbolizar la decadencia de una clase social ya que justamente son personajes muy dignos. Además por qué no iba a ser dramática...si se trata de una muerte anunciada de una pareja. A mi no me provocó lágrimas, no me pareció de lágrima fácil para nada. En ningún momento y eso que me evocó escenas de la muerte de mi padre en el hospital. ¿Por qué tendría que implicarse en un debate sobre la eutanasia?. Una obra de arte es una obra de arte y no tiene que ser un mensaje simplista sobre este tema. Eso es lo que me gustó. No da ninguna lección a nadie. Representa solamente una posición ética de los personajes sobre este tema que no es sin dudas y conflictos pero es singular y ni tan solo sabemos si la decisión del acto es pensada previamente. Pues claro que usan drogas, en ningún momento se dice lo contrario. El "duele" es una posición moral de la enferma y quizás, sí, las drogas no quiten todo el dolor.
ResponderEliminarY otra cosa: por qué Haneke tendría que representar otra clase social que la que mejor conoce? Estoy de acuerdo en la gran interpretación de Trintignant pero también es magnífica la de E. Riva y sí, formalmente la película es bella y respetuosa.
Pienso que no existe todo-Haneke o sea que una película puede gustar y otra no.
Como nadie de nosotros se puede encerrar en un un Todo.
Graciel·la Monés
Dramática no, melodramática. Es distinto. El melodrama es escapista. Es falso. Es un recurso fácil. Es maquillaje.
EliminarEsta película es melodramática sólo al final. Pero el final, que no puedo desvelar -por cortesía y respeto- es importante, porque nos da la medida del resto de la obra.
Haneken le da al espectador un final fácil, ramplón, melodramático.
El problema de Haneken en esta película es su nihilismo, tan contemporáneo, por otra parte. Ninguna esperanza, ninguna trascendencia (por descontado), ninguna serenidad.
Saludos cordiales, Graciel-la.