lunes, 25 de marzo de 2013

"Amor", la caída en el melodrama




Es una pena que esta bella y formalmente perfecta película caiga finalmente en el melodrama, pero quizá, precisamente por esa casi inhumana perfección, no podría ser de otra manera. Haneke se agarra al melodrama porque no tiene otra cosa a la que agarrarse y, en el fondo, todos necesitamos agarrarnos a algo, aunque sea a un sentimiento vago y remoto.

El melodrama, hoy, se me antoja fuera de lugar. La razón es sencilla: hoy, que lo podemos saber todo, que disponemos de información suficiente, no cabe el recurso escapista a la imaginación. Cada vez que recurrimos a la imaginación, a la fantasía, escamoteamos la cruda realidad y, por tanto, somos corresponsables de ella.

¿Se ha planteado en esta película un debate sobre la eutanasia? Entonces todavía es peor porque no es creíble que una pareja de clase alta (y progresista – ¡están abonados a Le Monde!) no haya podido solucionar esta agonía de forma civilizada (mediante el uso de medicamentos/ drogas), en un país tan civilizado como Francia. No es creíble, no es real.

Amor parece un retrato de fin de época. La decadencia de una clase social: la alta (o media) burguesía. La soledad de la pareja, que apenas se relaciona con los porteros del inmueble. La hija es una burguesa desquiciada por su situación económica, interesada en la herencia, incapaz de entender a su padre y a su madre, relegada por los amoríos de su marido y con los hijos –que no aparecen- haciendo sus vidas. Es un fracaso habida cuenta de que los padres siempre somos, en buena parte, responsables de nuestros hijos.

Dicho esto, que no he querido edulcorar porque publicidad favorable ya ha tenido bastante esta película, debo decir que Amor es una obra muy estimable, con unas calidades estéticas que harán la delicia del aficionado. La fotografía, con una luz intimista y elegante, es una maravilla, igual que la puesta en escena. No sobra ningún plano y, cada uno de ellos, se ajusta perfectamente al hilo narrativo. Una sobriedad emocionante.

Por último destacar a un actor octogenario: Jean-Louis Trintignant. Su interpretación es sencillamente inolvidable. Para mí es el alma de esta obra.

Mucho se ha discutido sobre el cine de Haneken. Yo no puedo decir gran cosa al margen de esta película, la única que conozco de su filmografía. En este enlace el filósofo y crítico Ignacio Castro Rey hace un estudio sobre este director austriaco tan premiado en los últimos años. El ensayo, titulado Contra Haneken, es demoledor pero creo que interesante. Habría que tener en cuenta que el análisis no incluye esta última obra.


2 comentarios:

  1. Anónimo7/4/13 20:02

    Lamento no estar de acuerdo en casi nada. No me parece simbolizar la decadencia de una clase social ya que justamente son personajes muy dignos. Además por qué no iba a ser dramática...si se trata de una muerte anunciada de una pareja. A mi no me provocó lágrimas, no me pareció de lágrima fácil para nada. En ningún momento y eso que me evocó escenas de la muerte de mi padre en el hospital. ¿Por qué tendría que implicarse en un debate sobre la eutanasia?. Una obra de arte es una obra de arte y no tiene que ser un mensaje simplista sobre este tema. Eso es lo que me gustó. No da ninguna lección a nadie. Representa solamente una posición ética de los personajes sobre este tema que no es sin dudas y conflictos pero es singular y ni tan solo sabemos si la decisión del acto es pensada previamente. Pues claro que usan drogas, en ningún momento se dice lo contrario. El "duele" es una posición moral de la enferma y quizás, sí, las drogas no quiten todo el dolor.
    Y otra cosa: por qué Haneke tendría que representar otra clase social que la que mejor conoce? Estoy de acuerdo en la gran interpretación de Trintignant pero también es magnífica la de E. Riva y sí, formalmente la película es bella y respetuosa.
    Pienso que no existe todo-Haneke o sea que una película puede gustar y otra no.
    Como nadie de nosotros se puede encerrar en un un Todo.

    Graciel·la Monés

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    1. Dramática no, melodramática. Es distinto. El melodrama es escapista. Es falso. Es un recurso fácil. Es maquillaje.
      Esta película es melodramática sólo al final. Pero el final, que no puedo desvelar -por cortesía y respeto- es importante, porque nos da la medida del resto de la obra.
      Haneken le da al espectador un final fácil, ramplón, melodramático.
      El problema de Haneken en esta película es su nihilismo, tan contemporáneo, por otra parte. Ninguna esperanza, ninguna trascendencia (por descontado), ninguna serenidad.
      Saludos cordiales, Graciel-la.

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