lunes, 27 de noviembre de 2006

Un poco de cine, por favor







Hacía seis meses que no iba al cine. Ni siquiera lo veo por televisión; los cortes publicitarios se me hacen insoportables. Aunque el problema principal es la falta de tiempo. Además, las mejores películas las pasan a unas horas imposibles y cada vez me gusta menos trasnochar. Ya he trasnochado demasiado en mi vida y cada vez me gustan más las mañanas, las difíciles mañanas que decía J. R. Jiménez

Antes grababa en el video, pero el aparato se ha deteriorado y no lo he repuesto. Así pues, estaba ansioso por ver una película.

La cartelera de las salas más próximas me ofrecía dos opciones: la última de Scorsese y la última de Ridley Scott. Me decanté por éste.

Un buen año se titula. Una comedia a la mayor gloria de Russell Crowe. Primera sesión de la tarde, mi favorita por la escasez de público y el silencio. Me agobia mucho el ruido cuando estoy en la sala oscura.

Me gusta este actor, alias el pegamujeres (así le llama una amiga: dice que tiene cara de maltratador). Lo que menos me gusta de él es su forma de andar. ¿No tiene las piernas un poco arqueadas? Tiene andares como de escocido.

En el cine la forma de andar es decisiva. Y en la vida también, claro. El resto de su trabajo no está nada mal.

Me reí bastante. Me reí con ganas. Llevaba demasiado tiempo sin soltar un par de carcajadas. Estábamos cinco en la sala. Dos parejas de mujeres y yo. Al principio me daba un poco de corte. Soy tímido, lamentablemente. Pero luego me dije: Ríete a gusto, para una vez que vienes al cine... Y a gusto me reí.

También se reía mucho una de las mujeres. Me alegré. Resulta embarazoso ser el único que se carcajea.

Casualmente una semana atrás ví en la tele media película de Ridley Scott. No recuerdo el título. También era una comedia. El tema -la paternidad- era muy interesante, pero se me hizo tarde y me fui a la cama.

Trataba sobre un estafador neurasténico (Nicolas Cage) que descubre de pronto que tiene una hija adolescente. Un año de estos veré el final.

El caso es que Scott me gusta. Tiene estilo. Esa luz dorada, sofisticada, tamizada... Sí, ya sé que muchos expertos dicen que el estilo no importa, pero para mí es importante.

Encuentro fascinante un punto de manierismo. El manierismo me interesa en todas las artes. El sello inconfundible de un creador. El poder decir, a la segunda escena o a la tercera página: Ah, sí, esto es de Fulano.

Además, después de Black Hawk, derribado yo me descubro. Es una de las mejores películas de guerra que conozco. La guerra en toda su crudeza, sin maquillaje, sin idealizaciones hipócritas.

Un buen año es ligera, graciosa, dulce, ligeramente melancólica. No se trata de una obra maestra pero hay veces, muchas veces, en que uno no está para obras maestras.