Qué espectáculo siniestro el traslado del féretro de Santa Teresa, por los pasillos del convento de Alba de Tormes, cargado por cuatro frailes de negro con capas blancas, con cánticos monjiles de fondo, hasta la sala quirúrgica donde se consumará la profanación –debidamente bendecida por las altas instancias– en aras de la ciencia, de la teología, de la superstición, del negocio…