martes, 16 de abril de 2024

Día primaveral

Dan pereza, pero estos días de frío, viento y llovizna son excelentes para fotografiar. Uno cree, como Baroja, que a pleno sol no se puede pintar porque el exceso de luz aplasta los colores. La primavera, a orillas del Cantábrico, es en muchas ocasiones una mera prolongación del invierno. Otros, por el contrario, es un anticipo del verano. Si eres un poco maniático con la ropa –lo que no es mi caso– te puedes volver loco con el qué me pongo.

jueves, 11 de abril de 2024

Galería de marzo


Déjame tranquilo

Colores

Una gemela

Azules

Figura solitaria

Glicinia irunesa

Mendiga anciana


lunes, 8 de abril de 2024

El palacio de Ibaigane, la sede del Athletic



Desde 1988 este soberbio edificio, el palacio de Ibaigane, es la sede del Athletic Club. Lo visité, exteriormente, pocos días antes de la final de la Copa y, curiosamente, era uno de los pocos edificios de Bilbao donde, que recuerde, no ví ninguna bandera del equipo.

Fue construido a principios del siglo XX por iniciativa del naviero e industrial Ramón de la Sota, según diseño del arquitecto Gregorio Ibarreche, en estilo neovasco.

La ideología nacionalista del propietario hizo que al final de la Guerra Civil fuese incautado por el régimen franquista. Tras la muerte del dictador fue devuelto a sus propietarios que, posteriormente, lo vendieron al club futbolístico.

Está ubicado junto a la ría y rodeado de edificios modernos, como el museo Guggenheim y las torres de Isozaki.




jueves, 4 de abril de 2024

En la ciudad rojiblanca

A mi lado en el autobús un hombre joven miraba su teléfono encogido hacia adelante, tapándose como si pretendiera esconder lo que veía en la pantallita, como si estuvieran viendo una peli porno o algo parecido.

A mi me daba igual lo que estuvieran viendo. Cuanto más se protegía menos me interesaba. Pero se pasó en esta heroica postura la hora y media que duró el viaje.

Llegué hambriento así que me senté en un céntrico parque, que era todo cemento, frente a una docena de niños que jugaban y hablaban en inglés. Me pareció raro, hasta que descubrí que una joven teacher los pastoreaba casi militarmente.

Mientras los contemplaba pelé una manzana –con la flamante y bien afilada navajita que me ha regalado Greta– y me la comí tranquilamente. El recreo de los niños acabó, la teacher los puso en fila india y abandonaron la plaza.

Tras la manzana abrí tres nueces con uno de esos corazoncitos metálicos, y me las comí acto seguido. Tuve que levantarme dos o tres veces para depositar los desperdicios en una papelera próxima.

Pasó una mujer muy pequeñita, pero que no parecía una enana. Pensé que no debe ser fácil el ser tan pequeña. Pasaron también dos chicas negras que se reían mucho. Un par de perros, conducidos por sus dueños, se acercaron a beber en una fuente situada junto a la papelera.

Acto seguido procedí a cepillarme los dientes. Algunos transeúntes me miraban como si nunca hubiesen visto a un hombre cepillándose los dientes. Luego me enjuagué la boca con un poco de agua y escupí el agua sobre un pequeño cuadro de césped.

La razón de que me lavara los dientes fue que tenía una cita con el dentista y no quería que descubriera que había comido nueces, aunque seguro que lo averiguó porque a los dentistas no se les escapa nada de lo que ocurre en tu boca.

Tras el almuerzo, o más bien picnic, como me sobraba media hora larga para mi cita, entré en una espaciosa cafetería para tomarme un café con avena. Me senté en una mesita cuadrada detrás de una columna y me concentré en el café y en el móvil.

Llevo una temporada bastante autista y no suelo fijarme demasiado en la gente que tengo alrededor, aunque tampoco es que hubiera nadie interesante, por lo menos a primera vista.

La ciudad estaba llena de banderas y carteles y todo tipo de artilugios relacionados con el equipo local, que este domingo va a jugar la final de la Copa del Rey de fútbol. Creo que no ví un solo comercio que no luciera, bajo una apariencia u otra, los colores blanco y rojo.

Este tipo de unanimidades me resultan un poco aburridas, pero, en fin, no había venido a la ciudad a divertirme.

El trámite en el dentista quedó resuelto en veinte minutos y pude salir a darme una vuelta antes de ir a comer. Me acerqué hasta el paseo de la ría. Crucé por uno de los puentes y regresé por el siguiente.

Al entrar en el restaurante me fijé que a la derecha había una sala de buen tamaño donde se había montado una suerte de escenario flanqueado por dos grandes pantallas. Bajo el escenario había media docena de filas de sillas y, por todas partes, los colores rojiblancos. Todo estaba preparado, con la debida antelación, para la retransmisión de la final futbolera. Un cartel anunciaba que se admitirían espectadores hasta completar el aforo.

En la comida me sirvieron un ligeruelo algo aguado pero que se dejaba beber, así que procedí despreocupadamente. Para las tres de la tarde ya estaba en la calle de nuevo.

Había empezado a llover. Afortunadamente llevaba un pequeño paraguas plegable en mi mochila. Sin embargo, cuando procedía a desplegarlo se desmontó como por arte de magia y me quedé con la sombrilla en una mano y el mango en la otra. Es lo que tienen los paraguas baratos. Tuve que volver a componer el artilugio pero, a partir de ese momento el paraguas se descomponía con suma facilidad lo que, como podreis imaginar, resultaba bastante incómodo.

Tenía previsto visitar una librería de libros de segunda mano, pero el negocio no abría hasta las 4.30 así que por el camino me detuve en el Primark. Allí dentro, pese a lo temprano de la hora, había una humanidad, principalmente de origen magrebí y sudamericano. Este hecho no me extrañó demasiado pues la vez anterior que entré en uno de estos hipermercados de ropa observé exactamente el mismo fenómeno.

La circunstancia de que la sección de hombres estuviese situada en la tercera planta me permitió un corto viaje en un moderno y amplio ascensor en compañía de tres churumbeles que jugueteaban con los botones del ascensor mientras sus madres –cubiertas sus cabezas por pañuelos–, se dedicaban a platicar.

Así que primero descendimos una planta y luego ascendimos otras dos. 

Era una planta enorme. Para no perderme decidí recorrerla en el sentido de las agujas del reloj. Había unas bermudas que me vendrían bien para bajar a la playa pero me percaté de que las de mi talla habitual eran demasiado grandes y las de una talla menor, demasiado pequeñas, así que opté por descartar la compra.

En las proximidades encontré unas sudaderas francamente baratas y, tras un somero vistazo, me decanté por una de ellas, de color verde pastel. Con ella bajo el brazo proseguí mi recorrido, toqueteando aquí y allá sin decidirme a adquirir nada más.

En la caja había una cola importante, pero las tres cajeras –la mía era muy simpática– la liquidaron en poco tiempo. Para descender utilicé las escaleras mecánicas, que no estaban nada mal y siempre tienen un punto de emoción hasta que consigues dar con el peldaño adecuado para ser transportado de forma satisfactoria.

Toda esta parte de la ciudad está plagada de jóvenes y esbeltos negros que se dedican a vender camistas –rojiblancas, por descontado– paraguas y algunas, pocas, falsificaciones. Nunca antes había observado a esta suerte de vendedores ambulantes en la ciudad. Los tiempos cambian una barbaridad, incluso en ciudades tan ancladas en su idiosincrasia como esta.

Seguía lloviznando y yo seguía discutiendo con el paraguas. El viento contribuía a que nuestro debate fuera cada vez más enconado.

Discurriendo por las calles del casco antiguo me encontré en la plazuela de la catedral y, como ví la puerta abierta, se me ocurrió hacer una visita. Ingenuo de mí creía que el acceso sería gratuito pero había que franquear una taquilla. Si no recuerdo mal la visita costaba seis euros. Abandoné la idea de entrar en el templo y seguí deambulando.

Encontré estas veteranas calles más o menos como las había dejado hace una decena de años. Estaba muy cansado, gracias al madrugón que me había recetado para coger el autobús. Decidí entrar en un café a tomar un té verde, pero, tras unos minutos en los que fui el hombre invisible para los camareros que atendían el mostrador decidí irme.

La librería estaba a cinco minutos. La atendía una agradable joven de pelo corto cuya cabeza lanzaba bonitos destellos azules. La saludé con retraso pues las últimas adquisiciones estaban justo en la entrada y me demoré en ellas unos minutos.

En la sala estuve husmeando las estanterías durante media hora. Constaté que los baldas inferiores ya han quedado fuera de mi alcance pues, si me agacho para revisarlas, corro el riesgo de levantarme dificultosa y dolorosamente. Como la ordenación de los libros se suele hacer por orden alfabético puede decirse que a partir de la “o” y hasta la “z” me lo pierdo todo. Menos mal que ya estoy resignado…

Los dos kilómetros que me separaban de la estación de autobuses, debido al cansancio acumulado, fueron bastante penosos, amén de la llovizna que no cesaba. El paraguas empezó a dar signos de inutilidad flagrante y se convirtió en un problema añadido. Además, no me había tomado mi té verde de media tarde.

Por fin, ya en las proximidades de la estación me introduje en un pequeño café y me instalé en una mesita de cara a la calle y bajo una pantalla de televisión que emitía videos musicales de Fito y los Fitipaldis. 

Estaba tan cansado que durante veinte minutos no hice otra cosa que beber mi té, mirar por la cristalera, reposar y escuchar al animoso Fito.

A la salida arreciaba la lluvia y el paraguas se dió la vuelta con el viento. Estuve a punto de arrojarlo en un contenedor pero luego recordé que aún me quedaba hacer un transbordo y que podía necesitarlo, como así ocurrió.

Llegué con el tiempo justo y, pese a entrar de los últimos en el autobús conseguí un asiento en la segunda fila y, además, nadie se sentó a mi lado, lo que agradecí pues los autobuses de hoy parecen haber sido diseñados para niños pequeños.

Tuve la suerte de que el conductor permitió que mantuviera encendida la lamparilla sobre mi cabeza (muchos la apagan) y, de esta forma, puede hojear los dos libritos que había adquirido. Uno de ellos, el Don Juan, de Azorín, ya lo había leído, e incluso creo que ya lo tenía en mi biblioteca, pero aún así me gustó releerlo.

Al otro ejemplar –una edición no venal de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna– también le dediqué un rato. Me gustó más de lo que me imaginaba pues de joven las greguerías me parecían un poco artificiales.

Uno de los problemas de la juventud es la precipitación en nuestros juicios, fruto, imagino, de la precipitación propia de esa edad.

Cuando llegué a casa tiré el paraguas a la basura.


martes, 26 de marzo de 2024

La capital, impresiones de un turista



* Las 10 de la mañana. Descendemos del tren y nos sumergimos en una encantadora y dorada luminosidad primaveral. Esta luz justifica cualquier viaje. Qué maravilla.


* Demasiados gritos en todas partes. ¿Nunca vamos a intentar paliar este desagradable problema? ¿Dejaremos alguna vez de ser un país de gritones?


* El Vips abarrotado de adolescentes ruidosos. ¿Hoy no van al colegio? ¿De dónde sacan el dinero?



* Una anciana mendiga sentada en el suelo, en la fachada de la iglesia de la calle Arenal. Es rumana pero lleva muchos años en España. Está leyendo un libro. Me dice que le gusta leer. Es un libro en rumano sobre alguna iglesia. Es una mujer muy agradable y dulce. Me despide con un que Dios te bendiga. Casi se me saltan las lágrimas.


* Policía, ambulancias… Sirenas día y noche: ciudad peliculera.


* Caballero por aquí, caballero por allá. Yo tuteo a todos, salvo a los más viejos que yo... Y a los que llevan uniforme.


* He dejado de buscar tapones de cera Taps en las farmacias del centro. Tampoco encuentro caramelos sin azúcar. La libertad de mercado no es perfecta.


* Una mujer latina en la puerta de un comercio llama ladrón a un tipo que se aleja como si no fuera con él. Ladrón e hijo de puta le grita indignada. El sujeto camina un poco por delante de mí. De vez en cuando se gira para ver si le siguen. Un poco más allá se mete en otro establecimiento.


* Todos los días, en sesiones de mañana o de tarde, hemos asistido a alguna trifulca callejera.


* Alguien debería ocuparse de que los guías de los museos no monten una performance chillona y exhibicionista con la excusa de sus explicaciones. Hay unos auriculares individuales que ahorran muchas molestias a los sufridos visitantes.


* Demasiadas mesas cojean, incluso en los lugares más caros.


lunes, 25 de marzo de 2024

Tàpies



Antoni Tàpies cumple todos los requisitos para resultarme antipático: es abstracto y era nacionalista. Sin embargo, contra todo pronóstico, me admira y me pasma.

Verifico en esta magnífica antológica que nos regala el Mueso Reina Sofía (al menos a los mayores y a los parados) dos cualidades que antepongo a casi todo: humor y espesor material. El humor de Tàpies es un poco a lo Buster Keaton: muy serio, un humor que parece adustez. Lo encuentro adorable. Se pasa la deseable laboriosidad –¡para eso cobraba un pastón!-- por el arco del triunfo.

–¿Cómo podía cobrar semejantes millonadas por algo que haría un niño en un descuido?, se pregunta el despistado contemplador.

–Aprovechando la coyuntura, señor mío. Fluyendo. Estando en el lugar y en el momento oportuno, como todos los triunfadores. Preferiblemente, sobre todo al principio, en el extranjero, naturalmente.

Esto no va de calvinismo, sino más bien de orientalismo.

Y luego está lo que no sale en las fotografías, lo que hay que ver in situ: la materia, el grosor, el relieve, la densidad, el brochazo, el empaste chorreante. El grumo, la astilla, la arpillera, el alambre, el cartón, el detritus. Todo aquello que desdeñamos, que ignoramos, que nos parece insignificante en medio del relumbrón de la vida marketinizada, cursi y, por descontado, ilusoria. Todo aquello que constituye la materia de la que está hecha la vida: la carne, la carne o materia que sustenta el espíritu, o que no sustenta nada, pero cuya existencia, mal que nos pese, nos conforma.

El espíritu, quizá, sólo es una especulación.





domingo, 24 de marzo de 2024

Entre escépticos


No me tomo a mal cuando critican a alguno de mis escritores favoritos, en especial si la crítica proviene de algún otro de mis predilectos. Conviene dudar de los propios gustos. El escritor más lúcido --Cioran-- se topa con otro más lúcido aún, Imré Kertész . Esta es la opinión del húngaro sobre el gran rumano exiliado:

“Cioran es extraordinario, a veces brillante; pero en sus palabras siempre percibo el sollozo del niño profundamente ofendido que se pone a la defensiva. Conozco demasiado bien el pesimismo defensivo para que escape a mi atención, y el satanismo surgido del agravio y de la angustia en el fondo me aburre; sólo veo verdadera grandeza en la aceptación omnisciente, en un “a pesar de todo” que conozca todas las malas experiencias y haya recorrido todas las negatividades…”

Y, entonces, quiénes podrían ser los escritores favoritos de Kertész. Lo indica en su último dietario:

“Hay algunos a quienes leo; amo a Sandor Márai. Aunque no todas sus obras me gusten. Además, amo a Thomas Mann, a Camus, a Bernhard…”

No recuerdo que Cioran diga en algún lugar que le haya interesado Th. Mann. Lo que sí deja claro es que detesta a Camus. Cuando lo conoció Camus le soltó alguna impertinencia --defecto peculiar de los franceses, según el rumano-- que este nunca le perdonó.

Los gustos difieren, porque los gustos dependen de los cuerpos, y cada uno tiene el suyo, como dejó explicado Roland Barthes.

lunes, 18 de marzo de 2024

Antidisturbios

Vicky Luengo

Otra serie española que me ha gustado: Antidisturbios, creada por Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen en 2020 para Movistar.
Un thriller con dos escenas de acción memorables: la del desahucio y la de los hinchas del Olympique de Marsella en el estadio Bernabeu.
La consabida trama de corrupción está llevada con mucha soltura y amenidad.
Respecto a las interpretaciones el nivel es considerablemente bueno, con diálogos brillantes sobre todo entre los componentes de la unidad de intervención. Muy destacable también una actriz que desconocía: Vicky Luengo.
Antidisturbios no es demasiado larga –seis episodios– y, lamentablemente– no habrá segunda parte.



viernes, 15 de marzo de 2024

Crematorio

 

Excelente serie española que desconocía. Es de 2011 y está basada en la novela homónima de Rafael Chirbes. Dirigida por Jorge Sánchez-Cabezudo se desarrolla en la costa levantina, con la corrupción urbanística, económica y política en todo su esplendor. Pepe Sancho, en su papel de promotor inmobiliario culto y cínico, está espléndido y domina toda la serie. A su lado una actriz con mucho encanto, Alicia Borrachero. Ocho capítulos bien dirigidos y ambientados. De lo mejor que he visto en series españolas. Pensar que no pude con la novela…


miércoles, 13 de marzo de 2024

Saura y Palazuelo

 


En los ochenta todo el mundo hablaba de Antonio Saura. Ahora ya nadie habla de él. No hay exposiciones suyas. Por el contrario, Pablo Palazuelo estuvo diez años desaparecido y ahora todos quieren algo suyo. Lo dice en una entrevista Isabelle Maeght, directora de la célebre galería Maeght parisina. Ella lo atribuye a la moda, pero hay que preguntarse qué hay detrás de la moda. Han cambiado los tiempos. Saura es volcánico, expresionista, sarcástico, impulsivo, gestual, reivindicativo, contestatario: los ochenta. Palazuelo es su opuesto: contenido, apolíneo, geométrico, lírico, meditativo, resignado: lo de hoy. Cada tiempo impone sus gustos.
Otro asunto interesante expone Isabelle Maeght. Se trata de la gran influencia de internet en el arte de nuestros días. Y esta observación que todo aficionado aprobaría: “La emoción que transmite una obra no la podemos percibir a través de la pantalla.” Internet ha promocionado y divulgado el arte, pero a la vez lo ha degradado, porque se ha perdido la carnosidad del arte en beneficio de una planitud sin alma.


martes, 12 de marzo de 2024

Confesiones de un opiófilo

 


Termino Confesiones de un opiófilo, de Antonio Escohotado. Se trata de un diario póstumo centrado en el consumo de los llamados estupefacientes.

Es interesante su relación con los opiáceos y con otras drogas: coca, has, anfetaminas, éxtasis, etc.

No sé cómo se las arreglaría para conseguir las sustancias, en su mayoría ilegales.

Sorprende su énfasis en la dosificación y su voluntad para llevarla a cabo. Entre otras razones para evitar el desgaste. La dependencia, sin embargo, es inevitable y el no la niega.

En ocasiones se pone medallas injustificadas, supongo que como autodefensa. España es un país complicado: la envidia tiene mucho poder.

Insiste mucho en evitar la gula, tanto con la comida como con su particular farmacopea. El consumo debe ser elegante. Pero obvia que fumando tres paquetes diarios de cigarrillos se pierde mucho el apetito.

A veces resulta demasiado críptico, pero es un libro sobre el que volver.


lunes, 26 de febrero de 2024

Stefan Zweig: Adiós a Europa



Veo en Movistar la interesante película Stefan Zweig: Adiós a Europa, de la directora Maria Schrader. En la película se relatan los años de exilio de este escritor austríaco, tras huir del nazismo debido a su ascendencia judía. París. Londres y, posteriormente Sudamérica –Brasil en concreto–, fueron los países en los que vivió.

Zweig fue un escritor preocupado por la tolerancia. Precisamente, quizá por exceso de esta virtud, se le criticaba su silencio respecto al nazismo. Es el caso de su amigo Philippe Roth, que se lo reprochaba en su correspondencia. Él consideraba, tal vez con razón, que esa actitud formaba parte de su libertad.

También puede que fuera un escéptico. En su ensayo sobre Ciceron dice que a la larga no se puede defender la libertad de las masas, sino únicamente la propia, la libertad interior.

La película concluye con su suicidio, junto a su segunda esposa, en la brasileña Petrópolis. Ocurrió un 22 de febrero de 1942. Mientras en la pantalla leen su carta de despedida caigo en la cuenta de que hoy, 82 años más tarde, también es 22 de febrero. Creía que estas cosas sólo le pasaban a E. Vila-Matas.

Esta casualidad me recuerda que he leído poco a Stefan Zweig y que tengo pendiente El mundo de ayer. Dicen que es el canto del cisne de la civilización europea. Puede que no anduviera descaminado.

sábado, 24 de febrero de 2024

Cioran epistolar



Asoma un nuevo Cioran, 29 años después del fallecimiento del autor, a cargo de la incombustible Gallimard. Manía epistolar lo han titulado con acierto pues Cioran era un infatigable y ameno escritor de cartas. Tengo bastante Cioran pendiente de lectura, pues hace un par de años adquirí un volumen que contiene la mayor parte de su obra, pero siempre es una tentación adentrarse en la correspondencia de un escritor que se admira. Supongo que alguna de las 160 cartas que se incluyen estará traducida del rumano al francés. Es probable que espere algún tiempo a ver si algún editor se anima a darlas en español. De momento me ocupo en la lectura de las últimas páginas de sus espléndidos Cuadernos.


viernes, 23 de febrero de 2024

Saturado de abstracción. -Escohotado jüngeriano

Exposición de Darío Urzay, Foto: Noticias de Gipúzkoa

1- Tengo serias y crecientes dificultades para disfrutar con la abstracción que anega el arte contemporáneo. Debe ser cosa de la edad. Me asombra lo que da de sí esta tendencia a lo abstracto, pero lamentablemente cada vez me interesa menos. Es un camino que no lleva a ninguna parte. En mi (modesta) opinión, naturalmente.
En consecuencia, la exposición de Darío Urzay en la sala Kubo de San Sebastián me ha interesado poco y me ha aburrido mucho. Y como uno ya no está en disposición de aburrirse la visita ha sido rápida. Hago dos salvedades: las imágenes basadas en fotografías aéreas y un par de videos donde, al menos, hay movimiento.


2- Creía que este libro estaba agotado, pero he encontrado las Confesiones de un Opiófilo, Diario póstumo de Antonio Escohotado. Empiezo a leerlas en el tren de vuelta. Me recuerdan a las anotaciones diarísticas de Ernst Jünger. Algunas demasiado crípticas. Cuando avance en la lectura diré algo sobre esta peculiar edición.

Cachondeo bancario

He pedido dos citas por internet, en sendos bancos –una por la mañana y la otra por la tarde– para cancelar unas cuentas.
Acudo a la primera. La persona que me han adjudicado no sabe nada de una cita, pero, como está libre en ese momento, me atiende. Qué suerte la mía.
Aunque hace más de tres meses que la cuenta está vacía hoy no puede cancelarla, me explica la empleada. Hay que esperar al final del trimestre.
La mujer, que debe ser muy apañadita, aprovecha la circunstancia de tenerme a tiro para intentar venderme unos productos. Los productos no me interesan, pero ella, que además de apañadita es perseverante, insiste. Media hora después consigo zafarme. Me da cita para primeros de abril para realizar la cancelación.
Por la tarde acudo a mi segunda cita. El banco está cerrado pero me abre un empleado con cara de sorpresa. Me dice que esa operación hay que hacerla en caja, que sólo abre por la mañana, y que debo dejar la cuenta a cero. ¿Entonces por qué me han dado la cita por la tarde? Eso el empleado no lo sabe.
Le explico que ayer invertí una hora para intentar transferir el dinero y dejar la cuenta a cero. Cuando ya estaba a punto de conseguirlo me faltó la firma digital. Solicité una firma digital por teléfono, me la dieron pero, como ya había pasado el tiempo reglamentario, tuve que empezar de nuevo la operación.
Cuando ya estaba a punto de introducir la flamante firma digital y culminar la operación, el sistema me dice que yo –que soy el titular de la cuenta– no estoy autorizado a realizar la operación que solicito. Estoy a punto de sufrir una crisis de identidad pero me repongo.
Total que me vuelvo a casa con las manos vacías y pido una nueva cita en internet. Tengo que volver el lunes. He perdido una mañana y una tarde, pero eso, obviamente, no es problema de los bancos. ¿Esto es un cachondeo bancario o son imaginaciones mías?

viernes, 26 de enero de 2024

jueves, 18 de enero de 2024

Ni mujeres ni efebos

1. Érase una vez un rey que no conquistaba mujeres ni efebos.

2. Jesús transformó el agua en vino, pero se olvidó recomendar su uso con moderación.

3. El miedo es el fundamento de todos los negocios ideológicos: religión, política, filosofía...

4. Esperar que Dios se ocupe de los humanos es como esperar que los humanos se preocupen de los problemas emocionales de los microbios.

5. A la publicidad, a la propaganda, al marketing, le llaman ahora "comunicación". Se lleva mucho el maquillaje.

6. El virus es el hombre.

7. El amor no salva --porque no hay salvación para el hombre--, pero es el mayor consuelo.

8. El presente lo dice todo.

9. En los aforismos es de gran importancia el espacio en blanco.

10. Cuando asumes el lenguaje del enemigo, has perdido.

11- Al bañista le arrolla el surfero; al peatón, el ciclista; al ciclista, el coche; al coche, el camión. Esto es la selva con elecciones cada cuatro años.


El pintor Luis Torras

 

El fallecimiento del pintor gallego Luis Torras, a los 111 años, me ha permitido, gracias a su longevidad, el empezar a conocer su obra. Me ha llamado la atención el cuadro que ilustraba la noticia, un paisaje de La Guardia, mi localidad favorita del Baixo Miño. He pasado un buen rato navegando por internet y admirando su trabajo. Torras fue un pintor de retratos, figuras, bodegones y paisajes. Destacó en todos los temas por su discreta elegancia, su buen gusto colorista, la fidelidad al paisaje gallego y, sobre todo, por el don de la delicadeza, la sensibilidad y el encanto. Cuando vuelva al Baixo Miño –ya hace demasiado tiempo que no lo visito– iré a La Guardia y visitaré también la Casa das Artes de Vigo donde se exhibe una excelente colección de su obra donada por el pintor.



https://pintorluistorras.es/galeria/

https://pintorluistorras.es/





miércoles, 17 de enero de 2024

El membrillero japonés

                        

Cuando llegamos a H me llamaron la atención estas florecillas rojas que florecían en pleno invierno. Tras las pertinentes consultas averigüé que se trata de un membrillero japonés (Chaenomeles japonica). Varios años después planté uno en nuestro jardín. Empezó dando unas tímidas florecillas. Con el tiempo, y a pesar del poco sol que recibe, su producción se ha incrementado. Este año ha llegado a su cénit. También suele dar unos frutos duros como piedras, arrugados e imposibles de ingerir. Supongo que serán sus famosos membrillos. Pese a su apariencia alegre y colorista, el arbusto produce unas espinas largas y afiladas bastante disuasorias. Las flores invernales, que son su arma de seducción, relucen en medio de la grisalla invernal. Durante el resto del año, cubierto de hojas verdes, es uno más.

martes, 16 de enero de 2024

La araña

Cuando llegamos de viaje, al mediodía, la araña había aprovechado nuestra ausencia para trazar su tela de un lado a otro de los setos que flanquean la puerta del jardín. Parecía como si flotara en el aire por arte de magia. Sólo al trasluz se advertía el sutil encaje de los hilos. Había que tener cuidado para entrar sin desbaratar su trampa. Por la tarde, a la vuelta de un paseo, volví a verla arrastrando a una excelente y fornida mosca hasta su oculta despensa. Con esta pieza tendrá para varios días, pensé. Espero que no vuelva a obstruir el paso a nuestra casa.