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lunes, 25 de marzo de 2024

Tàpies



Antoni Tàpies cumple todos los requisitos para resultarme antipático: es abstracto y era nacionalista. Sin embargo, contra todo pronóstico, me admira y me pasma.

Verifico en esta magnífica antológica que nos regala el Mueso Reina Sofía (al menos a los mayores y a los parados) dos cualidades que antepongo a casi todo: humor y espesor material. El humor de Tàpies es un poco a lo Buster Keaton: muy serio, un humor que parece adustez. Lo encuentro adorable. Se pasa la deseable laboriosidad –¡para eso cobraba un pastón!-- por el arco del triunfo.

–¿Cómo podía cobrar semejantes millonadas por algo que haría un niño en un descuido?, se pregunta el despistado contemplador.

–Aprovechando la coyuntura, señor mío. Fluyendo. Estando en el lugar y en el momento oportuno, como todos los triunfadores. Preferiblemente, sobre todo al principio, en el extranjero, naturalmente.

Esto no va de calvinismo, sino más bien de orientalismo.

Y luego está lo que no sale en las fotografías, lo que hay que ver in situ: la materia, el grosor, el relieve, la densidad, el brochazo, el empaste chorreante. El grumo, la astilla, la arpillera, el alambre, el cartón, el detritus. Todo aquello que desdeñamos, que ignoramos, que nos parece insignificante en medio del relumbrón de la vida marketinizada, cursi y, por descontado, ilusoria. Todo aquello que constituye la materia de la que está hecha la vida: la carne, la carne o materia que sustenta el espíritu, o que no sustenta nada, pero cuya existencia, mal que nos pese, nos conforma.

El espíritu, quizá, sólo es una especulación.





miércoles, 13 de marzo de 2024

Saura y Palazuelo

 


En los ochenta todo el mundo hablaba de Antonio Saura. Ahora ya nadie habla de él. No hay exposiciones suyas. Por el contrario, Pablo Palazuelo estuvo diez años desaparecido y ahora todos quieren algo suyo. Lo dice en una entrevista Isabelle Maeght, directora de la célebre galería Maeght parisina. Ella lo atribuye a la moda, pero hay que preguntarse qué hay detrás de la moda. Han cambiado los tiempos. Saura es volcánico, expresionista, sarcástico, impulsivo, gestual, reivindicativo, contestatario: los ochenta. Palazuelo es su opuesto: contenido, apolíneo, geométrico, lírico, meditativo, resignado: lo de hoy. Cada tiempo impone sus gustos.
Otro asunto interesante expone Isabelle Maeght. Se trata de la gran influencia de internet en el arte de nuestros días. Y esta observación que todo aficionado aprobaría: “La emoción que transmite una obra no la podemos percibir a través de la pantalla.” Internet ha promocionado y divulgado el arte, pero a la vez lo ha degradado, porque se ha perdido la carnosidad del arte en beneficio de una planitud sin alma.


martes, 3 de octubre de 2023

Hondalea. El abismo

Cristina Iglesias ha vaciado la antigua casa del farero, de forma cuadrada, y, en el sótano, ha construido su abismo marino (hondalea).

La obra se contempla desde una pasarela superior, también de forma cuadrada y escalonada. El espectador puede moverse alrededor de ella para cambiar el punto de vista.

El abismo, construido en bronce, es un conjunto de oquedades, grietas, hendiduras, relieves… que simulan o interpretan un abismo marino. Lo iluminan cuatro focos instalados en el techo. La incidencia de las luces produce delicadas, sutiles y sorprendentes variaciones cromáticas en el bronce.

El segundo elemento es, naturalmente, el agua. El agua llega por oleadas –produciendo el consiguiente sonido–, que llenan y vacían rítmicamente el abismo.

El conjunto, en algunos espectadores, produce un efecto casi hipnótico y en otros, como el mío, un leve vértigo debido a la altura entre la barandilla de la pasarela y el fondo marino.

Es como si uno pudiera asomarse, desde la altura del faro, a las entrañas submarinas de la propia isla de Santa Clara y observar lo que ocurre allá abajo.

Cae la tarde cuando abandonamos Hondalea. La calzada desciende directamente hasta el muelle. El Aitona Julián IV nos transporta hasta el puerto.
















domingo, 1 de octubre de 2023

Hondalea. El viaje

A bordo del Aitona Julián III, potente motora que, en apenas diez minutos, te deja en el embarcadero de la isla de Santa Clara, que cierra la bahía de San Sebastián.

Hay dos caminos. El de la derecha, llano, bordea la isla de cara a la ciudad. Pero, en menos de doscientos metros está cerrado. Se escucha el impacto del mar sobre las rocas.
El otro camino, en fuerte pendiente, es una calzada. A media altura se abre a la izquierda un paseo confeccionado con pequeñas lajas de piedra y flanqueado por tamarices. Conduce hasta el faro. Cada poco se abren miradores hacia Igueldo y luego hacia el inmenso horizonte marítimo. Lo surcan veleros diminutos y alguno más grande.
En la altura el sonido del mar parece alejarse y, en su lugar, se escucha el viento deslizándose entre la espesa vegetación.
Mi cita para entrar en la casa del faro –donde la escultora Cristina Iglesias ha construido su Hondalea–, es a las 6.30 de la tarde. Aún falta una hora.
Junto al edificio del faro, con vistas sobre el océano y sobre Urgull y el puerto, hay un parque frondoso con mesas y bancos de piedra. Me acomodo y picoteo una fruta. Luego leo poemas de Bertolt Brecht, a quien tenía olvidado:
“Sabemos que estamos de paso
y que nada importante vendrá después de nosotros.”
Se escuchan voces lejanas, pero enseguida me llega una intensa sensación de aislamiento acompañada por el sonido de las ráfagas de viento.
Nunca había visitado esta pequeña isla. Su reducido tamaño y las hermosas vistas te hacen sentirte muy solitario.
Cristina Iglesias dice en una entrevista que la visita a su Hondalea comienza en el muelle donostiarra. Voy cumpliendo el programa esta soleada y ventosa tarde otoñal.















 
Compartido con: PúbliA bordo del Aitona Julián III, potente motora que, en apenas diez minutos, te deja en el embarcadero de la isla de Santa Clara, que cierra la bahía de San Sebastián.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Sorolla en San Sebastián



Sin duda Sorolla era un hombre inquieto y curioso. Sus veranos en San Sebastián así lo demuestran. Frecuentó la ciudad entre 1889 y 1921. Todo lo que la ciudad podía ofrecerle le interesaba. Y todo lo aprovechaba para convertirlo en la temática de su pintura. Quizá lo que más le atrajo al pintor de la luz era, naturalmente, la luz, la atmósfera tan cambiante a orillas del Cantábrico, tan diferente a la mediterránea de la que él procedía.

Sorolla se movía siempre acompañado por una pequeña maleta de pintor y aprovechaba cualquier circunstancia para tomar un apunte o pintar una tablita en color. Varios de ellas podemos verlos en esta muestra.



Fue un hombre bastante sociable que se hizo popular en San Sebastián y que cultivó aquí a la clientela burguesa de sus obras.
El mar, el puerto, las barcas, los cafés, las tertulias, los paseos están presentes en su trabajo. Incluso solía adentrarse en el interior de la provincia para inspirarse en montes y prados.

Sorolla pintó unos 4500 obras de las cuales 2000 eran de formato reducido. Su obra es popular, colorista, bosquejada, fácil, suelta, de grandes pinceladas y algo embarullada. Tuvo un gran éxito comercial en vida y aún hoy gusta mucho al público.






Pequeña pero interesante exposición en el Museo de San Telmo: Viajar para pintar. Sorolla en San Sebastián.


miércoles, 16 de agosto de 2023

Hola, estoy aquí

 

Yoyoi Kusama

Una asesora digital con mando en plaza ha declarado: “Más que visitar las grandes exposiciones para culturizarse, para ampliar conocimientos o profundizar en ellos, lo que ahora busca el público es que todo el mundo sepa que han estado allí. A través de las redes sociales, naturalmente.” Hace tiempo sugerí por escrito que las grandes obras de los museos deberían estar acompañadas por su cotización en el mercado del arte. El placer del público sería completo y, además, les permitiría ejercer la crítica artística: “Fíjate, lo cara que es esta birria.”

sábado, 18 de febrero de 2023

Juan Muñoz, en Madrid



La exposición que acaba de inaugurarse en la Sala Alcalá 31 en Madrid del escultor Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001), me anima a buscar material sobre su obra en internet. Entre la imposibilidad de verla en directo y encontrar cosas por internet se ha abierto un espacio interesante para los aficionados al arte. Frente a todos los inconvenientes de la realidad digital –que en realidad es una irrealidad– aparecen las ventajas de la comodidad (no hay que desplazarse), la economía (es mucho más barato) y la privacidad de poder rehuir las aglomeraciones. Asuntos nada desdeñables en la actualidad.

Lo cierto es que sabía poco de este artista de renombre internacional, al margen de cuatro imágenes transmitidas por los medios. Ahora, sin embargo, tengo una imagen en movimiento suya (la imagen de una persona es decisiva). Gracias, en primer lugar a este amplio reportaje emitido por TVE en su serie Los imprescindibles

Un complemento indispensable es la página web dedicada a Juan Muñoz. Está en inglés –qué le vamos a hacer–, pero uno puede arreglarse con el traductor.

Por último, la propia Sala Alcalá 31 ofrece una apreciable galería de imágenes con los contenidos de la exposición. Se nos informa también que la muestra tendrá una continuidad, entre junio y julio en el Museo Centro de Arte Dos de Mayo.

La actual exposición, dedicada a la obra a partir de los años 90 ha sido montada con motivo del 70 aniversario del nacimiento del escultor. Según parece siempre tiene que haber alguna excusa para organizar actividades. Algún día, probablemente lejano, las organizarán sin excusas. El arte por el arte, aproximadamente.







sábado, 11 de febrero de 2023

Tarde capitalina en provincias



En el último momento voy a consultar los libros que me han prestado en la biblioteca KM. Descubro que han cambiado el diseño de la web y ya no tengo tiempo para rastrear mis préstamos. Con las prisas para coger el tren me olvido también del móvil. Como en el móvil guardo los libros que quiero hojear tengo que arreglarme con los ficheros de la biblioteca. Pero no me arreglo: imposible dar con la tecla que ofrece la versión en castellano. Lo consulto con una de las bibliotecarias y me informa que, con el nuevo diseño, han olvidado introducir la opción de castellano. Ahí lo dejo, hasta que subsanen el despiste, y me voy a la hemeroteca, donde me entretengo un buen rato con la exquisita revista literaria Litoral que, en esta ocasión, está dedicada a las aves. Me deleito un buen rato con las exquisitas imágenes, el diseño no menos cuidado y, por descontado, los poemas. A continuación husmeo en las estanterías, horrorizado con la perspectiva de no disponer de lectura, ni de móvil (donde también tengo lectura), para el viaje de vuelta. Doy con El espectador (Apuntes 1991-2001), de mi admirado escritor húngaro Imré Kertész. Es el último volumen de los Diarios de Kertész –de los publicados por Acantilado–, que me faltaba por leer.

Con el libro en mi macuto me encamino hacia el Kursaal para ver la exposición recién inaugurada de la pintora Soledad Sevilla. Pero antes le dedico un rato a buscar una pluma estilográfica barata de punto grueso. Hace poco adquirí una Faber-Castell de punto medio que me gusta bastante. Con ella emborrono la agenda en la que hago el borrador de este texto. Me consta que en el mismo modelo hay lo que busco, pero no lo tienen en ningún lado. En la tienda, una amable dependienta me informa sobre el tema. Ese punto grueso que busco lo trabaja la firma Montblanc, cuyos precios están muy por encima de mis posibilidades. La amable empleada me permite probar una montblanc barata (400 euros). Durante estos trámites recuerdo a mi madre y su maravillosa montblanc de punto fino. Se la había regalado su padre cuando terminó la carrera y la estuvo usando –con tinta verde– durante muchos años. Yo se la cogía, sin permiso, de vez en cuando. Estas cosas lujosas tienen su encanto, pero yo en eso soy bastante calvinista y me conformo con una pluma barata de escritura fluida. De ahí mi predilección por los puntos gruesos.

En la calle hace frío y hay poca gente, sobre todo en el interior de los comercios. Llego aterido al Kursaal, justo cuando los últimos colores del ocaso se pintan en la bahía. La exposición de Soledad Sevilla tiene algunas cosas interesantes, pero el conjunto es manifiestamente mejorable. Es la primera vez que veo obras de esta artista y, al margen del mérito benedictino que tiene el pintar con un pincelito superficies tan grandes, debo confesar que lo expuesto, a grandes rasgos, me ha dejado bastante frío. Creo que venía con demasiadas expectativas y, como suele ocurrir en casos semejantes, la exposición me ha decepcionado ligeramente. Hay demasiado blanco y negro, demasiada monotonía. Creo que la obra de Soledad Sevilla tiene mucha más alegría de la que podemos ver aquí.

Me ha gustado la muy original serie sobre la tauromaquia y también varios de los grandes formatos, en especial los más coloristas. Por el contrario, apenas han conseguido interesarme las piezas tridimensionales –posibles arquitecturas en miniatura– adheridas a la pared. Muy notable me ha parecido también la instalación titulada Nada temas, tan teresiana. Muy sencilla, fina y espiritual, aunque una pizca desconcertante. Si uno no se anima a introducirse en la oscuridad corre el riesgo de perdérsela, aunque esto, ciertamente, puede formar parte de la intencionalidad de la autora, un poco a imitación de la mística castellana.

En fin, tendría que repetir la visita para entrar en mayores detalles y percepciones. Como la exposición acaba de empezar quizá pueda hacerlo. El tren de vuelta viene repleto. Me aferro al Kertész. Qué admirable capacidad de reflexión y de introversión tiene este hombre.

*

Qué impactante la imagen del escritor Salman Rushdie tras sobrevivir al apuñalamiento del terrorista islamista y haber permanecido seis meses ingresado en un hospital. Fue en 1989, hace 33 años, cuando el ayatolá Jomeini --tan apoyado entonces por Occidente-- emitió la fatua en la que se ordenaba a todo musulmán la obligación de asesinar a Rushdie por el carácter supuestamente blasfemo de su libro Versículos satánicos. Afortunadamente no lo han conseguido. Qué coraje el de este escritor.


domingo, 5 de febrero de 2023

El pintor Albert Marquet

Fuenterrabía vista desde Hendaya, con el río Bidasoa en medio

Heme aquí en Burdeos, tras los pasos de Albert Marquet, uno de mis pintores favoritos. Lo he proyectado todo -dentro de mi escasa capacidad para proyectar nada- para ver la obra de este pintor bordelés por el que siento devoción. Lo descubrí hace algunos años, en una exposición antológica que se celebró en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Marquet reúne todas las cualidades de un poeta chino clásico: amor por la naturaleza, extrema sencillez, gran sutileza, contención lírica y expresiva (...)

(...) La encargada me informa de que Marquet está de moda entre los jóvenes pintores franceses, lo que me alegra. Luego, antes de despedirme, me invita a consultar en la biblioteca.

(Las beldades bordelesas, De mi libro La vida discreta)

El libro en Amazon

La playa de Hendaya, en pleamar








Dos paisajes de San Juan de Luz. Arroba el puente sobre el Nivelle: abajo, el puerto con el monte Larrún al fondo.