A la hora de seguir los espacios informativos en la
radio española se plantean varias alternativas a cual más desalentadora. Pongamos
que uno se despierta temprano y quiere, en tanto se despereza, ponerse un poco
al día de la llamada actualidad.
Por un lado tiene las emisoras privadas y por otro las
públicas. Si se decanta por las primeras, es decir, las privadas, tiene tres
opciones, al menos en el espacio radiofónico vasco. A saber: la COPE, la SER y
Onda Cero. Hay otras opciones en la radio española, pero no están permitidas en
las ondas vascas. Pero ese es otro tema. El tema de que el poder gubernativo
autonómico hace y deshace a su antojo en cuanto a conceder las preceptivas
licencias. Es decir, el llamado pluralismo informativo está en función del
color político del gobierno de turno. El pluralismo informativo es un
bien escaso en nuestro país.
Cada una de las emisoras citadas tiene su color
político bien definido al que es preciso añadir su toque personal en función
del conductor del programa. Aquí, salvo que uno sea forofo de alguna trinchera,
cabe la opción, nunca demasiado satisfactoria, de alternar las cadenas que uno
escucha, bien por días o, incluso, por horas. Pero lo que es insufrible en todo
el espectro radiofónico privado, son las interrupciones para emitir publicidad,
siendo la publicidad radiofónica particularmente desagradable, tanto por su
tendencia a la repetición desaforada como por lo rancio y chapucero de los
mensajes.
Cabe entonces el recurso de pasarse a la radio pública,
que en nuestro paisito se divide a su vez en dos sectores: el español y el
vasco. Si uno se decanta por el español, a saber, Radio Nacional de España,
disfrutará del alivio de no verse obligado a escuchar mensajes publicitarios
cada cinco minutos pero, a cambio, se ve inmerso en un aluvión de información oficialista que tira para
atrás. Lo que ha dicho el ministro, el diputado, el alcalde; lo que han
inaugurado, lo que van a hacer o dejar de hacer, etc. etc. Insoportable.
Si uno se decanta por alguna de las abundantes emisoras vascas, entonces la cosa es
bastante parecida, pero en versión nacionalista. Todas y cada una de las informaciones
que se dan, por un lado o por otro, presentan ese sutil matiz estrecho y
provinciano que lo impregna todo en la política autonómica. Son tan
oficialistas como nacionalistas.
Antes este desolador panorama qué puede hacer el
sufrido oyente. Uno ha llegado a la conclusión de que sólo hay una solución:
apagar la radio e intentar informarse sólo por los periódicos, habida cuenta de
que uno ya hace varias décadas que descartó la información televisiva de su
vida: es altamente tóxica y perjudicial para la salud, en especial para la mental.
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