La fotografía es, probablemente,
un arte menor: tiene sus limitaciones y estas deben ser respetadas pues, de lo
contrario, se corre el riesgo de caer en la grandilocuencia, en la inanidad, en
el aburrimiento. Sin embargo, por lo que voy viendo, la fotografía contemporánea
está incurriendo en todo esto, con la complicidad de algunos artistas,
comisarios, instituciones y todo el tinglado seudoartístico.
Se están poniendo de
moda los grandes formatos, gigantes más bien. Las salas cada vez son más
grandes, sobre todo las de las grandes instituciones, tanto públicas como
privadas, y se cotiza el que los creadores sean capaces de llenarlas.
Por otra parte, es
como si al público estuviera ya saturado de imágenes (lo que no sería nada
extraño habida cuenta de la oferta que inunda el mercado) y, además, fuera un
poco cegato y hubiera que inocularle las imágenes por los ojos, cuanto más
grandes mejor.
Viene esto a cuento de
la exposición que la fotógrafa Begoña Zubero cuelga en Tabakalera de San
Sebastián bajo el título de Gente del Po. El título, y la propia exposición,
rememora un cortometraje con el mismo título del gran Michelangelo Antonioni.
No cabe duda que las
fotografías de Begoña Zubero constituyen un alarde de factura técnica, pero a
mí me aburre ligeramente pasearme frente a estos grandes formatos, en los que el tema
se repite, y a veces hasta el punto de vista. O esas series de cabañas al borde
del río, confeccionadas con materiales residuales, pero todas más o menos
parecidas. Las series tienen mucho peligro, porque la monotonía acecha.
Qué sentido tiene, me
pregunto, construir una de esas cabañas, con una sofisticación totalmente
impropia, y plantarla en medio de la gran sala con un cartelito en la puerta
que dice: prohibido entrar.
Toda esta exposición
me cabe en una salita de reducidas dimensiones. Probablemente la disfrutaría
más. Me cabe hasta en el formato de un libro, en el catálogo mismo de la
muestra. Pero, bueno, si a los que mandan en esto del arte les parece bien así,
todo grandecito los aficionados, tendremos que resignarnos.
Michelangelo
Antonioni, Gente del Po, 1947, 11m.
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