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Hace unos días, gracias a un artículo de Ignacio Echevarría en El Cultural, me he enterado, con seis meses de retraso, de la muerte de uno de mis escritores favoritos, el alemán Wilhelm Genazino, a los 75 años de edad.
Ya no recuerdo cuál fue la primera novela suya que leí, gracias a la biblioteca KM de San Sebastián. Pero recuerdo que fue un amor a primera vista. Devoré tres o cuatro de sus libros, con la pasión de un enamorado.
Ahora, al conocer la triste noticia, he hecho lo único que puede hacer un lector en estas ocasiones: he releído una de sus obras: Una mujer, una casa, una novela.
Las novelas de Genazino, al menos la media docena publicadas en castellano, se parecen entre si y mantienen una calidad bastante similar. En ellas un individuo de mediana edad, culto, con alguna estabilidad laboral y más bien poca estabilidad emocional o sentimental, trata de llevar su vida lo más dignamente posible, pero siempre está un poco perdido.
La ocupación favorita de este antihéroe es deambular por las calles de su ciudad, que suele ser alguna ciudad alemana de tamaño medio, fijándose en cosas y en detalles que pasan desapercibidos para la mayoría de la gente.
De alguna manera, este análisis de lo exterior, le sirve de consuelo y le ayuda a sobrellevar una existencia que no suele ser demasiado brillante.
En las novelas de Genazino la trama es liviana, con alguna tendencia hacia lo absurdo. En una de ellas, por ejemplo, el protagonista tiene como profesión la de probador de zapatos. Más que la trama importa la reflexión de los personajes. Y todo ello teñido por un humorismo que en realidad es ironía y que hace que las cosas no sean tan tremendas como podrían parecer.
Hay también en la mayoría de sus protagonistas una mezcla de apatía y de escepticismo, una desgana y la certidumbre de que las cosas, en realidad, no pueden cambiarse ni merece la pena intentarlo.
La obra de Genazino me recuerda a la del suizo en lengua alemana Robert Walser. Tiene en común con éste la cualidad deambulatoria de los personajes, la marginación social de estos -aunque en el caso de Genazino no lo aparentan-, y el humor y la ironía que salpican todo el texto.
La ocupación favorita de este antihéroe es deambular por las calles de su ciudad, que suele ser alguna ciudad alemana de tamaño medio, fijándose en cosas y en detalles que pasan desapercibidos para la mayoría de la gente.
De alguna manera, este análisis de lo exterior, le sirve de consuelo y le ayuda a sobrellevar una existencia que no suele ser demasiado brillante.
En las novelas de Genazino la trama es liviana, con alguna tendencia hacia lo absurdo. En una de ellas, por ejemplo, el protagonista tiene como profesión la de probador de zapatos. Más que la trama importa la reflexión de los personajes. Y todo ello teñido por un humorismo que en realidad es ironía y que hace que las cosas no sean tan tremendas como podrían parecer.
Hay también en la mayoría de sus protagonistas una mezcla de apatía y de escepticismo, una desgana y la certidumbre de que las cosas, en realidad, no pueden cambiarse ni merece la pena intentarlo.
La obra de Genazino me recuerda a la del suizo en lengua alemana Robert Walser. Tiene en común con éste la cualidad deambulatoria de los personajes, la marginación social de estos -aunque en el caso de Genazino no lo aparentan-, y el humor y la ironía que salpican todo el texto.
La presente obra, del año 2003, difiere del resto en el hecho de que el protagonista tiene tan solo 17 años. Podría considerarse como una novela de iniciación, con la salvedad de que el joven protagonista ya parece un ser bastante formado.
Una de las características de estos antihéroes es su relación ambigua con las mujeres. En general las aprecian, pero siempre consiguen escabullirse de ellas por algún lado. Son habituales las relaciones múltiples en las que el protagonista no sabe o no quiere decidirse por alguna de ellas.
En esta, por ejemplo, hay una novia formal, con la que espera casarse y con la que comparte una cuenta común para adquirir una vivienda en el futuro. Luego aparece una joven periodista, que le deslumbra intelectualmente y que le introduce en los ambientes literarios, pero que juega un papel meramente platónico. Finalmente, aparece una compañera de trabajo, casada, con la que tiene una más bien extraña aventura de un rato.
Es una pena que haya tanta obra de este autor sin traducir al castellano. Ello puede indicar varias cosas. Una de ellas es que no existe una masa suficiente de lectores que justifiquen nuevas ediciones. Es una lástima, pero es lo que hay.
Algunos fragmentos
“No es tarea de un periódico -dijo el señor Herrdegen- anunciar la verdad. Cada individuo tiene que averiguar por sí mismo, personalmente, lo que es la verdad. El periódico sólo pone a disposición el material para esa búsqueda, nada más. Por lo demás -añadió el señor Herrdegen-, el público se entusiasma con una mentira igual que con la puesta al descubierto de la misma. El periódico es un escaparate, no un tribunal, usted tiene que aceptar eso.” La opinión de Herrdegen me pareció tan sensata como tremenda.”
“Me vi obligado a aceptar que, para los necios, la necedad es un buen pasatiempo. (...) Indudablemente, la vida era de tal naturaleza que las evidencias de este calibre había que pagarlas con una melancolía personal.”
“Saludé a la mujer y a la hija. La hija tenía una mano pequeña y húmeda que me gustó.”
Una de las características de estos antihéroes es su relación ambigua con las mujeres. En general las aprecian, pero siempre consiguen escabullirse de ellas por algún lado. Son habituales las relaciones múltiples en las que el protagonista no sabe o no quiere decidirse por alguna de ellas.
En esta, por ejemplo, hay una novia formal, con la que espera casarse y con la que comparte una cuenta común para adquirir una vivienda en el futuro. Luego aparece una joven periodista, que le deslumbra intelectualmente y que le introduce en los ambientes literarios, pero que juega un papel meramente platónico. Finalmente, aparece una compañera de trabajo, casada, con la que tiene una más bien extraña aventura de un rato.
Es una pena que haya tanta obra de este autor sin traducir al castellano. Ello puede indicar varias cosas. Una de ellas es que no existe una masa suficiente de lectores que justifiquen nuevas ediciones. Es una lástima, pero es lo que hay.
Algunos fragmentos
“No es tarea de un periódico -dijo el señor Herrdegen- anunciar la verdad. Cada individuo tiene que averiguar por sí mismo, personalmente, lo que es la verdad. El periódico sólo pone a disposición el material para esa búsqueda, nada más. Por lo demás -añadió el señor Herrdegen-, el público se entusiasma con una mentira igual que con la puesta al descubierto de la misma. El periódico es un escaparate, no un tribunal, usted tiene que aceptar eso.” La opinión de Herrdegen me pareció tan sensata como tremenda.”
“Me vi obligado a aceptar que, para los necios, la necedad es un buen pasatiempo. (...) Indudablemente, la vida era de tal naturaleza que las evidencias de este calibre había que pagarlas con una melancolía personal.”
“Saludé a la mujer y a la hija. La hija tenía una mano pequeña y húmeda que me gustó.”
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Wilhelm Genazino, Una mujer, una casa, una novela, Galaxia Gutemberg, 173 pág.
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Así es el mundo que tenemos. Uno se entera de todos los detalles de la lesión de rodilla de Ronaldo a los diez minutos de sufrirla, pero no se entera de la pérdida de un gran músico o de un gran escritor hasta pasados meses o años. Yo he tardado un año largo en enterarme de la muerte del barítono Dmitri Hvorostovsky a lo 55 años, (tumor cerebral). Y eso aun explorando activamente.
ResponderEliminarLa realidad del ser humano es mucho peor de lo que solemos confesarnos.
Echevarría señala que él también se ha enterado con seis meses de retraso. Se conoce que la noticia tampoco les ha llegado a los grandes medios nacionales. O que están demasiado ocupados con otros asuntos y no les da psra estas menudencias.
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