domingo, 30 de agosto de 2020

LEER O ESCRIBIR

Los tres libros de la foto los he retirado esta mañana del cajón de intercambio de libros de Hendaya. Es una suerte disponer de algo semejante al alcance de cualquiera. Los tendré una temporada conmigo y luego, previsiblemente, los devolveré al cajón.
Siempre me han dado un poco de risa esas afirmaciones del tipo: “escribir es como hacer el amor”. No lo creo en absoluto, porque no creo que hacer el amor sea una actividad en la que se sufra. Al contrario, hacer el amor es, o debe ser, una actividad placentera.
Escribir, sin embargo, no me parece una actividad placentera, salvo que seas masoquista y te guste sufrir. Porque escribiendo se puede gozar, pero, por regla general, se goza como un premio y tras una considerable sesión de sufrimiento.
Decía Roberto Bolaño, que escribió una considerable cantidad de palabras, que escribir era una actividad masoquista. Entonces, si eres masoquista, es obvio que la escritura puede ser para tí una actividad placentera.
Como siempre, en el terreno de los gustos hay una gran variedad y, en consecuencia, todo es opinable.
Es muy conocida la opinión de Borges sobre su preferencia de la lectura sobre la escritura, hasta el punto de asegurar sentirse orgulloso por los libros que leyó en detrimento de los que escribió. Que eso lo diga Borges suena un poco a jactancia, pero es verdad que Borges no escribió demasiado y casi siempre lo hizo cultivando géneros breves.
Stendhal, durante su actividad consular en la apartada Civitavecchia, escribía para combatir el aburrimiento, o al menos eso asegura en uno de sus prólogos.
Por lo que sabemos Henri Beyle, además de ser un personaje epicureo. tenía mucha soltura con la pluma. No era de esos que se torturan para confeccionar una frase, como le ocurría a Flaubert.
Paul Léautaud, autor de un monumental Diario Literario --que en buena parte se publicó tras su muerte-- siempre aseguró que para él la escritura era su mayor placer. Solía hacerlo de forma manual, a la luz de las velas y utilizando una pluma de ave (puede que de ganso). “Escribo para mi propio placer” dejó dicho el gran amante de los gatos. Y, además, aseguraba que apenas leía, salvo algunas cosas de su ídolo Stendhal, entre ellas el "Lucien Leuwen".
Pero creo que Léautaud era un caso excepcional, además de marginal.
A los escritores que no leen se les nota mucho. Yo no puedo concebir una cosa sin la otra. Pero en los tiempos actuales, tan dinámicos y ferolíticos, salta a la vista que abundan los escritores que no leen más que algún periódico, los contratos con sus editores y algún top ventas para tener conversación en los cócteles de la tarde.
Por mi parte, creo que es mucho más sensual leer que escribir. Si me viera forzado a elegir para el resto de mis días una sola de estas actividades elegiría, sin dudarlo, la lectura.
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