Hay dos tipos de aficionados a la playa: los de la temporada veraniega y los del año completo. Yo soy de los segundos. La temporada de invierno también tiene sus alicientes para el playista, sobre todo cuando el mal tiempo acecha y muy poca gente se anima a pasear por el arenal.
Hace frío, sopla fuerte del oeste, pero esa gran bajamar es irresistible. Bajo a dar una vuelta por la arena, apenas media hora. Se me hace raro andar calzado, pero ya no es tiempo de mojarse los pies. Las olas vienen muy seguidas, algunas un poco crecidas. La ausencia de surferos deja el mar solitario y salvaje. La marea ha dejado finas capas de agua que se escurren lentamente y dibujan formas caprichosas en la arena. Apenas dos o tres gaviotas sobrevuelan el agua o se posan en la orilla a la expectativa. Sobre el horizonte navegan grandes cúmulos nubosos. Ya de vuelta cae una ligera llovizna.
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