miércoles, 24 de abril de 2024

La gata cazadora

 

La gata ha traído hasta la puerta un petirrojo herido pero aún vivo. No hemos podido cogerlo cuando ha intentado escapar. Al verlo huir el instinto cazador de la gata se ha agudizado y ha ido a por él. El petirrojo se ha refugiado debajo del seto, fuera de nuestro alcance. Pero no fuera del alcance de la gata. Al final hemos tenido que dejar hacer a la despiadada naturaleza y olvidarnos de la suerte de la avecilla. Supongo que no tardará en traerla de nuevo, esta vez muerta.
Esta misma mañana hemos detectado también plumas negras al lado de los agapantos. Suponemos que pertenecían a un tordo, que es una de sus presas favoritas. Por el momento no hemos visto más restos. Quizá ha sido otro gato el autor de la escabechina.
Desde que ha entrado la primavera y los pájaros se dejan oír sus cantos y trinos en los alrededores, la gata ya no pasa tanto tiempo en casa y prefiere merodear, supongo que para cazar a su antojo.
Las pobres lagartijas son otra de sus presas favoritas. Todas terminan con el cuerpo mediado. Muertas o agonizantes las deposita en la alfombrilla del porche a modo de regalo. Todo lo que se mueve es un reto para ella. Es capaz de acechar durante horas a sus presas. Sin embargo, ignora por completo a los erizos que suelen acercarse por la noche a dar cuenta de los restos de comida que ella desdeña. Los erizos, si se ven atacados, permanecen inmóviles y eso les salva la vida.

No es fácil asimilar semejante depredación, sobre todo porque la felina dispone de toda la comida que pueda desear, pero el instinto es imbatible y la naturaleza, pese al idealismo con que se la adorna hoy, es implacable.