En Las partículas elementales, una de sus novelas-ensayo, Michel Houellebecq
se ocupa del placer y el deseo, en esta ocasión, glosando Un mundo feliz de Aldous Huxley.
“Huxley no supo comprender
que el sexo, una vez disociado de la procreación, subsiste no ya como principio
de placer, sino como principio de diferenciación narcisista; lo mismo ocurre
con el deseo de riquezas.”
“En sí, el deseo, al
contrario que el placer, es fuente de sufrimiento, odio e infelicidad. Esto lo
sabían y enseñaban todos los filósofos: no sólo los budistas o los cristianos.
La solución de los utopistas, desde Platón a Huxley, pasando por Fourier,
consiste en extinguir el deseo y el sufrimiento que provoca preconizando su
inmediata satisfacción. En el extremo opuesto, la sociedad erótico-publicitaria
en la que vivimos, se empeña en organizar el deseo, en aumentar el deseo en
proporciones inauditas, mientras mantiene la satisfacción en el ámbito de lo
privado. Para que la sociedad funcione, para que continúe la competencia, el
deseo tiene que crecer, extenderse y devorar la vida de los hombres.”
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