Ahora la crítica es
demoledora: era un gasto que no podíamos permitirnos; hemos sido blandos con el
dopaje, sobre todo con el que afectaba a las figuras nacionales; hemos
consentido, en Mundiales precedentes, que nuestros atletas viajaran de su
propio bolsillo; nuestra imagen en el exterior es más bien paupérrima; y un
largo etcétera.
Me pregunto si alguien
hubiese puesto sobre la mesa estos asuntos de haber ganado la candidatura
olímpica madrileña.
Quienes no hacen autocrítica
son los propios medios, cooperadores necesarios en esta avalancha propagandística
sin precedentes que ha caído durante dos semanas sobre las cabezas y los
corazones de los españolitos. Aquí los medios, a lo que parece, están por
encima del bien y del mal.
Pero hay dos asuntos que
han quedado bien claros. El primero, que nuestros políticos hacen con nuestro
dinero lo que les viene en gana, sin que se sientan obligados a dar
explicaciones de ningún tipo. El segundo, que la opinión pública española es
más maleable que un chicle.
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