Blog del escritor Juan Luis Seisdedos. --Aquí hay de todo. Si estás interesado deberías dirigirte al Índice. --Por arte de birlibirloque algunas fotos han desaparecido. Habría que preguntarle a Google. Yo lo he intentado, pero no contesta. --Los comentarios fuera de lugar, o de tono inadecuado, será difícil que prosperen.
domingo, 1 de septiembre de 2013
Ju Dou y el maniqueismo
Cuando me dispongo a ver una película, si me gusta la factura, me dejo llevar y relego cualquier crítica para más adelante. En este sentido soy totalmente epidérmico. Con el cine de Zhang Yimou, por lo que llevo visto, me ocurre que las imágenes me atrapan de tal forma que apenas puedo pensar en otra cosa. Es difícil no dejarse llevar por una película tan bien hecha, con una fotografía tan deliciosa como esta.
Cuando pasa algún tiempo, o cuando me pongo a pensar en lo que he visto, establezco un diálogo conmigo mismo sobre el argumentos, sobre la intencionalidad, sobre la interpretación o sobre cualquier otro detalle. Pero, en última instancia, el placer estético que me ofrece una película está por encima de cualquier otra consideración.
Esto no es muy ortodoxo. Lo sé. Uno debería afinar su espíritu crítico frente a cualquier trabajo artístico pero, en mi caso, eso viene, cuando viene, mucho más tarde y, hasta cierto punto apenas tiene importancia, pues si vuelvo a ver la película es seguro que volveré a dejarme atrapar por las imágenes, por el ritmo, por el montaje, por todos los aspectos formales.
Siempre me he preguntado cómo es posible que un artista de la categoría de Yimou, con una larga trayectoria a sus espaldas, pueda sobrevivir en un régimen totalitario como el de China. He leído por ahí que tiene algunos problemas, que alguna de sus películas fue prohibida, pero los problemas que tiene este hombre son por asuntos tan peregrinos como el hecho de haber tenido seis hijos –con diferentes mujeres- cuando el régimen sólo permite tener uno. En consecuencia fue multado, pero no parece que la cosa llegue más lejos.
Hay una característica del cine de Yimou –por lo que llevo visto, que tampoco es demasiado- que, en mi opinión, puede resultar del agrado de un sistema político como el de China. Se trata del maniqueísmo. En los dramas de Yimou –dejo a un lado su cine de acción- sólo hay buenos y malos, sin matices de ningún tipo. No encontramos un malo con detalles de bueno o viceversa.
Las heroínas de su cine –encarnadas por la muy bella Li Gong- son seres inmaculados, angelicales, y víctimas de un sistema “medieval” –aunque esta película se desarrolla en los años veinte del siglo pasado- que no sólo las oprime de forma despiadada, sino que, además, no les deja la menor opción de subsistencia, las aboca a la fatalidad. Viejos que compran mujeres jóvenes y las maltratan, mujeres que deben competir con otras mujeres en un sistema de poligamia, condiciones de vida que rozan la esclavitud y, sobre todo, una presión social terriblemente conservadora y represiva. En medio de este infierno, por algún rincón, y como no puede ser menos, surge tímidamente el amor. Yimou es el director de los amores imposibles, lo que, ciertamente, tiene un encanto arrebatador.
El maniqueísmo de Yimou sólo puede ser del agrado del régimen comunista que, mediante una sangrienta revolución –valga la redundancia- puso fin al feudalismo en China. Había que acabar con todo aquello, con tanta opresión, tanta injusticia. Yimou, con sus maravillosas películas, lo pone en evidencia. Y los espectadores no tenemos más remedio que asentir, porque no se nos ha dejado otra opción.
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