viernes, 22 de noviembre de 2013

“André Gide”, por L.A. de Villena


Interesante, ameno y didáctico el ensayo que Luis Antonio de Villena le dedica al escritor  y premio nobel francés André Gide (1869-1951), cuyos libros, desde el año siguiente a su muerte, fueron incluidos en el Indice de Libros Prohibidos de la iglesia católica.

No se trata de una biografía, ni de un estudio crítico, aunque la obra reúne aspectos biográficos y críticos. No hay aquí grandes novedades sobre la figura de Gide, pero este tipo de trabajos, que reúnen en un volumen lo más destacado de un autor, cumplen un objetivo divulgativo y ayudan a actualizar a un escritor. Según su autor, se trata de “un homenaje”.

La obra comienza con una serie de testimonios de escritores que conocieron personalmente a Gide, colaboraron con él o fueron sus amigos. El primero es Oscar Wilde, que fue su maestro, su amigo y su iniciador en el arte de amar a los efebos o pederastia, palabra sobradamente desvirtuada por el puritanismo contemporáneo. Le sigue Marcel Proust, con quien Gide cometió el error de rechazar la publicación de su A la sombra de las muchachas en flor; Klaus Mann, que lo visitó cuando hacía las maletas para viajar al Congo y lo describe físicamente; Lucien Combelle, que fue su secretario; Maurice Sachs y, finalmente, Pierre Herbert, que se casó con Elisabeth, la joven con quien Gide tuvo a su hija Catherine. De todos ellos da cumplida noticia el autor.

La segunda parte está dedicada al estudio crítico de la obra gideana, en especial de sus obras más importantes: Los alimentos terrestres (1897), una apología del desnudamiento y de la liberación (incluida la sexual); El inmoralista, más narración que novela; La puerta estrecha, en la que se recrea el amor de Gide por su prima y esposa; el célebre Corydon, de 1924, ensayo sobre la homosexualidad; Si la semilla no muere, 1926, biografía de su niñez y juventud; Los falsos monederos, también de 1926, quizá la única novela; Viaje al Congo, donde se recogen las tropelías del colonialismo francés y, junto a otras de menor importancia, el Retorno de la URSS, obra que supone la ruptura de Gide con el comunismo o, más bien, la ruptura del comunismo con él.

En sus comienzos literarios Gide fue un artista simbolista. Luego fue evolucionando hacia la figura del intelectual. Puede decirse incluso que Gide fue el intelectual por antonomasia, pero en su trabajo literario nunca abandonó su preocupación por la forma, por la sintaxis, por el estilo.

Dos son los temas que en su momento concentraron el interés de Gide y que, a la vez, le granjearon una gran popularidad y también un sinfín de enemigos, detractores y polémicas. El primero fue la homosexualidad y su naturalidad en el ser humano. El segundo, la crítica del comunismo y, en concreto del estalinismo. Estos dos asuntos hoy en día han sido, más o menos, asimilados por la sociedad, en el terreno de la crítica y la libertad de expresión sobre todo. Yo creo que hoy el interés de Gide -al menos ese es mi caso- está en su faceta estética o artística, en su forma de escribir.

La última parte del ensayo, quizá la más novedosa, trata sobre Gide y el mundo hispánico. Luis Cernuda, que dedicó un ensayo al francés, y Juan Gil-Albert, vieron defraudadas sus expectativas cuando los comunistas vetaron la presencia de Gide en el Congreso de Escritores que se celebró en Valencia en plena guerra civil. También se ocuparon de Gide autores como Juan Bernier, Salvador Novo y Xabier Villaurrutia. Sin embargo, como tantos otros, no ha sido Gide un autor del que se hayan ocupado en exceso nuestros intelectuales y artistas, lo cual realza el valor del presente libro.




No hay comentarios:

Publicar un comentario