martes, 15 de septiembre de 2015

Desde la venta de Iturrioz por un camino ignaciano



Fachada oriental de la Venta de Iturrioz

Ha entrado el viento del sur, como suele en estas fechas, y el cielo se ha despejado. Hoy he seguido una ruta ignaciana (ignaciana de Ignacio de Loyola) Desde la venta de Iturrioz, en el corazón de Guipúzcoa, pasando por el collado de Zelatun, en la base del Ernio, y luego en dirección a Azpeitia, que ha quedado a mis pies, escoltada por la mole de la sierra de Izarraitz. Allá abajo se divisa la gran cúpula del Santuario de Loyola. Sí, por esta ruta debió aproximarse San Ignacio a su pueblo natal, tras alguno de sus numerosos viajes. Dice la leyenda que, en uno de ellos, hizo noche en la antigua venta.

Iturrioz es una casona impresionante por sus hechuras, con un gran porche al norte presidido por varias cruces de madera. A unos pasos se levanta la ermita de San Juan. Dentro de unos días, el último domingo de setiembre, se celebrará la gran romería en el Ernio y toda esta zona estará a rebosar.


La ermita de San Juan Bautista. Por la izquierda comienza la subida al Ernio
Bajo este arco, incrustado en la fachada de la ermita, nace un arroyo al que se atribuyen virtudes curativas

El Ernio es una de las cimas más populares de la provincia. Esta mañana de viernes ya había unos cuántos excursionistas. El camino es claro por lo muy pisado. Tras un bosquete de alerces empieza a abrirse a tierras de pasto salpicadas por rocas con gran abundancia de majuelos que estos días aparecen cargados de bayas rojas. Por aquí pacen las ovejas durante gran parte del año y todo parece haber sido diseñado para ellas, desde las bordas hasta los apriscos y cercados de piedra de todos los tamaños. Los muretes de piedra caliza aparecen por todas partes.

Un majuelo o espino blanco, cargado estos días de bayas rojas
Pastos con los restos de un cercado para ovejas hecho con las piedras calizas de la zona
En la cantina del collado de Zelatun, hoy cerrada, me detengo a comer algo, sentado en un banco al sol y protegido del sur. Diviso el gran peñasco del Ernio, con su cruz sanadora y, aunque la cumbre sólo dista un kilómetro, me limito a asomarme y tirar un par de fotos. Cuando el camino entre rocas se empina doy media vuelta y continúo por un GR en dirección a las cumbres del Mendibeltz y el Gazume.
Son un par de kilómetros encantadores, por un camino solitario que sube y baja suavemente, flanqueado por algunas viejas hayas, montículos rocosos con arbolado y alguna borda a media ladera. De pronto, allá abajo, surge la gran mole rocosa del Izarraitz y el valle del Urola, con Azpeitia y Azcoitia. Pero yo tengo que subir hasta el Mendibeltz para dar la vuelta.
Regil desde la senda que sube al Ernio

Una chabola junto al camino
El camino, con su murete, escoltado por viejas hayas

El Mendibeltz es una gran loma redondeada y despejada que sirve de tránsito hacia la siguiente cumbre, el Gazume. Desde aquí la fachada del Ernio resulta oscura y arisca. Las vistas se extienden por la costa guipuzcoana, desde Orio hasta Zumaya. Por toda la zona los caminos son más bien senditas para ovejas, pero mejor o peor las voy siguiendo. Tras un descenso por fuerte pendiente alcanzo una borda y me detengo a comer.


Azpeitia, a la izquierda, y el macizo de Izarraitz

La cima del Gazume, a la izquierda, y la del Ernio



Orio y la costa guipuzcoana al alcance de la vista

Consigo situarme al sol sin que el viento moleste en exceso. Doy cuenta de los embutidos, el pan de grano que he estado a punto de olvidar esta mañana, alguna fruta, almendras y nueces, regado con una cocacola que, a falta de café, siempre llevo en la mochila. Luego, me tumbo al sol. Sólo se escucha el paso del viento. Por la rendija que deja mi sombrero advierto el paso de la pelusa de los cardos, abundantes en los montes y que estos días despiertan mi alergia sin que pueda evitar el escozor en los ojos. Media hora después me desperezo. Debo estar en Hendaya para las 4.30. Sigo bajando por senditas ovejeras hasta retomar el camino de subida.

La borda en la que descanso y tomo el sol hacia el final del paseo












2 comentarios:

  1. ¡ Cuantos recuerdos ! Todavía recuerdo los huevos fritos que nos comimos en Venta Iturriotz un domingo de hace 50 años. Llevábamos una semana metidos en una cueva cercana, explorando la misma y alimentándonos de sopas de sobre y latas de sardinas.
    Muchas gracias Juan Luis.
    Un abrazo.

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  2. Gracias Angel. Creo que hoy la venta está cerrada. Al menos tiene un aspecto de abandono. Me encantaría poder ver el interior, aunque imagino que no estará en buenas condiciones. Qué tuvo que ser este lugar en los tiempos de Ignacio de Loyola.

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