El cresterío de Aralar visto desde el mirador de Azpiroz
El nucleo urbano de Azpiroz en la ladera
Una estela vasca en un lado del camino
La borda Bustintza
Dos arkuek
En el aparcamiento de Albi dejo el coche y me adentro en el bosque por una senda que asciende. Al cabo de una hora entre hayas y robles llego a la borda Bustintza, una edificación muy rústica, en un paraje lírico y escoltada por una haya seca alcanzada por el rayo.
La curiosidad me lleva a dedicar esta primera excursión por Aralar a visitar los arkuek. Los arkuek son unas pequeñas construcciones redondas, de piedras sin argamasa, con una cúpula hoy desaparecida que pudo ser de piel, tierra o ramas y ubicadas en las proximidades de majadas pastoriles, con preferencia en dolinas o terrenos hundidos. Además de una puerta minúscula suelen disponer de alguna ventana.
Se ignora la utilidad de estas edificaciones y se especula con que pudieran servir de refugios para pastores o para el ganado. En Aralar hay varias. Yo he visitado la que denominan Arregi Etxeak (casas de Arregui). Estas, en efecto, están en una dolina, rodeadas de rocas blancas (lapiaz) que hacen el acceso algo complicado.
Lo que más me cuesta es salir del agujero. Lo hago monte a través, es decir, por encima de un lapiaz que no resulta nada agradable para caminar. Hay mucho lapiaz en todo el itinerario. Me cuesta lo suyo y maldigo al autor de la ruta que estoy siguiendo. Uno, a estas alturas, tiene poca fe en los atajos. Con lo fácil que resulta seguir siempre los caminos, aunque sean malos… Cuando consigo salir –con mi energía bastante mermada- me siento y como algo mientras contemplo el panorama allá arriba.
Perfiles desde los rasos
Otro perfil
Yeguas y potrillos atravesando parsimoniosos el camino
Queda otra trepada para llegar al collado que me abrirá el espacio a los denominados “rasos de Aralar”. Los rasos son grandes espacios, más o menos llanos, donde sopla el viento y pace el ganado. Resultan bastante agradables para caminar y producen una sensación de amplitud y de libertad.
Mientras transito por uno de los caminos, unos metros por delante, empiezan a cruzar un grupo de yeguas emparejadas con sus potros. Lo hacen con un paso tranquilo y majestuoso que me da mucha envidia. Cuanto más salgo a la naturaleza más me convenzo de lo mucho que se puede aprender de ella y los seres que la habitan. Sólo algún potrillo rezagado se permite un ligero trote para alcanzar a su progenitora. Les hago fotos, como es mi obligación.
Unos se alimentan, otros descansan
Albergue que conoció tiempos mejores
El aire no es cálido, pero tampoco desagradable. Se está bien aquí arriba así que me dedico a deambular olvidándome de mi trayecto. Las vistas son impresionantes, tanto hacia los llanos como hacia los perfiles montañosos. Cuando vuelvo sobre mis pasos me cruzo con una pareja. El hombre camina unos pasos por delante. Me preguntan, en el castellano telegráfico propio de vascos poco habituados a usarlo, por el camino a la ermita de Igartza, pero no puedo ayudarles. Deduzo que vienen en peregrinación.
Hoy no debo tener el día muy fino y me cuesta un buen rato encontrar el collado de salida. Tres o cuatro buitres sobrevuelan, y una alborotadora bandada de cuervos surge de improviso. También aparecen unos nubarrones oscuros por el noreste que descienden por la ladera, pero se quedan ahí y pronto les doy la espalda.
Por fin doy con mi ruta y, ya en claro descenso, alcanzo una antigua y más bien ruinoso albergue o refugio. Está rodeado de lapiaz. En una esquina, junto al camino, me detengo a comer, apoyado en una de las rocas, al solecito. Cuando reanudo el camino ya todo es cuesta abajo, por un ancho camino de tierra.
Por fin doy con mi ruta y, ya en claro descenso, alcanzo una antigua y más bien ruinoso albergue o refugio. Está rodeado de lapiaz. En una esquina, junto al camino, me detengo a comer, apoyado en una de las rocas, al solecito. Cuando reanudo el camino ya todo es cuesta abajo, por un ancho camino de tierra.
El dolmen de Albi, pequeño pero coqueto
He dejado para el final el dolmen de Albi, próximo al aparcamiento. Está sobre un promontorio y es pequeño pero muy armonioso. En la placa dice que pertenece al Eneolítico y se le calculan entre 2000 y 900 años antes de Cristo. Alguien ha puesto unas florecillas en su interior. Acaricio un poco las losas sintiendo que repito un gesto que otros hombres hicieron hace tres o cuatro milenios.
La Sierra de Aralar está dividida en dos partes: la guipuzcoana, un tercio, -que está declarada parque natural-, y la navarra, los dos tercios restantes, que tiene una protección diferente. Es un lugar atractivo y misterioso. Ya estoy deseando volver.
La ruta en Wikiloc
Precioso recorrido.
ResponderEliminarGracias Juan Luis.
Gracias Angel. Un abrazo.
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