martes, 17 de noviembre de 2015

EL NACIMIENTO DEL UREDERRA Y EL BALCÓN DE PILATOS

¡Socorro! Burros cariñosos

Tenía ganas de asomarme a este afamado enclave del parque natural de Urbasa, en Navarra. Temeroso de las aglomeraciones lo hago un jueves, pero la popularidad de este lugar es inmune a los días laborables. Prefiero no imaginar lo que debe ser esto un fin de semana con buen tiempo.

Accedo al parque, que no conocía, desde la localidad de Alsásua. Para llegar a Baquedano, punto de inicio de la excursión, hay que utilizar la carretera que atraviesa Urbasa de norte a sur.

 El lavadero de Baquedano

 La iglesia parroquial de San Juan Bautista, en Baquedano, construida a finales del XVI, aunque la torre, herreriana, es del XVII. 

La mayor parte del recorrido, a primera hora de la mañana, está anegado por la niebla. Pese a ello, por lo poco que puedo atisbar, es un lugar muy interesante y con muchas posibilidades para los amantes de caminar por la naturaleza.

Un jabalí cruza la carretera y se interna huidizo en el bosque. Creo que es la primera vez que veo un jabalí.

En la entrada de Baquedano han habilitado un aparcamiento para los visitantes y, en temporada alta se han restringido las visitas.

El camino que conduce hasta el nacedero apenas tiene dificultad y está perfectamente señalizado. En esta época del año el suelo es una alfombra rojiza confeccionada con hojas de hayas.


 El borde sur de la sierra de Urbasa

 Uno de los saltos del Urederra, con sus aguas turquesa que encandilan a los visitantes

 Otra vista del cauce fluvial

El río Urederra es producto de la filtración de las aguas pluviales que se produce en la sierra de Urbasa. Tiene una longitud de 19 kilómetros antes de alcanzar el río Egea, afluente a su vez del Ebro. Durante el trayecto se puede verificar que este breve cauce de agua hace honor a su nombre en vascuence: río hermoso.

Por un fenómeno de erosión de las piedras del cauce, el agua del río es de un llamativo color turquesa. El trazado es una sucesión de saltos, pequeñas cascadas, fuentes, pozas y remansos de todo tipo. Los accesos están restringidos mediante vallados de madera. De lo contrario es casi seguro que habría que montar un servicio de rescate permanente para sacar del agua a todos los que se asoman con sus cámaras hasta que les salpica en el rostro.

La cantidad de gente que carga con pesados equipos fotográficos y de video para retratar este lugar es sorprendente. Nada extraño que la sección correspondiente en YouTube presente un bien nutrido aspecto. Al final del camino hay un puente de madera. Si se eleva la vista puede verse el acantilado donde concluye la sierra de Urbasa, conocido como Balcón de Pilatos, que debe tener unos 700 metros de altura.

 Una eguzkilore y una cornamenta en la entrada de un jardín. Una casa bien protegida contra los malos espíritus.

La vuelta puede hacerse por el camino de ida o, para no tropezarse con todos los que vienen, es recomendable tomar una ruta casi paralela a la anterior que discurre un poco más elevada.

Una vez llegado hasta aquí visito, ya por la tarde, el Balcón de Pilatos. Para ello tomo el coche y remonto la carretera hasta un parkin. El día se ha nublado considerablemente y, de vez en cuando, el cielo deja caer alguna llovizna.

El valle de las Améscoas


Desde el balcón hay una hermosa vista sobre el valle de las Améscoas y las pequeñas localidades que lo integran. El barranco está protegido por un vallado. La zona es un llano por el que discurre una pista. Caballos y grandes hayas se dejan ver, pero el principal atractivo es el vuelo de los buitres, que habitan en estas cavidades vertiginosas horadadas en las paredes. Uno podría pasarse las horas contemplando a través de unos prismáticos las elegantes evoluciones de estos seres que suben y bajan, describen grandes círculos con apenas un ligero movimientos de su envergadura alada.
El Balcón de Pilatos 

Vieja haya junto al camino

Camino un buen rato por el llano, en paralelo a la pista. Esta es la denominada ruta de los dólmenes, pero por hoy me limito a deambular para luego regresar sobre mis pasos. El cielo se ha cubierto de nubes que, de vez en cuando, destilan gotas de lluvia. La luz se ha amortiguado y la soledad campea sobre estos parajes. Cuando me canso doy media vuelta. Los caballos pastan bajo las hayas que ya casi han perdido todas sus hojas. Aún tengo una hora de coche hasta casa. Cuando llego ya ha caído la noche.


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