Dos kilómetros antes de llegar a Frías, a la salida de un desfiladero, me topo -cobijada en una gran pared rocosa-, con la ermita de Santa María de la Hoz. No hay más remedio que detenerse porque no se puede dejar pasar un lugar con tanto encanto.
La ermita es de transición entre románico y gótico. Se trata de un edificio balconado que, en el Medievo, se utilizaba también como hospedaje de peregrinos a Santiago.
Consta de una sola nave y una espadaña. Un pequeño pórtico resguarda la sencilla portada con arquivoltas en la que se pueden apreciar pequeñas esculturas con figuras. En la puerta de acceso es digna de mención la gatera.
En el mismo paraje, además de un precioso puente de un solo ojo sobre el río Molinar, hay un humilladero. En su interior, a través de una reja, puede verse el Santo Cristo de los Remedios, a cuyos pies hay una muda de serpiente, que remite a una leyenda.
Desde aquí mismo arranca un camino por el que se accede hasta el núcleo urbano y a una serie de saltos de agua que yo, no he podido ver en esta ocasión pero que, por las fotos que he visto, bien merecen una visita.