Tras su máscara de
frivolidad, Warholl es bastante más profundo de lo que parece, al menos en su
escritura.
Es un hombre que
renuncia, y eso le proporciona una energía soterrada. Su apariencia débil
esconde una voluntad de hierro.
Silencioso como una
serpiente siempre va directo a su objetivo, sin cansarse con explicaciones.
El amor de su madre
puede que fuera su secreto, lo que le permitía estar por encima, renunciar a
todas las trampas del amor. Su opinión sobre el sexo era radical: “Lo mejor es
no hacerlo”. También lo dijo San Pablo. El católico Warholl asoma por todas las
esquinas.
Sus Diarios
(dictados, no escritos) esconden mucha sabiduría.