A veces no es acertado dejarse llevar por las primeras impresiones
o, como siempre decía uno de mis profesores, nunca se fíen de una sola foto. En
lo que al gusto se refiere, conviene aplicar esta propuesta. Muchas veces las
cosas que no nos gustan en un primer momento nos gustan más tarde. Movido por
mi natural impaciencia reconozco, porque me ha pasado más de una vez, y más de
dos, que me dejo llevar por un primer juicio (que más bien es un prejuicio).
Estos días
veraniegos estoy descubriendo la exquisitez de la sandía, una fruta a la que
tenía relegada en mi prontuario de las frutas a favor del melón. Me gusta tanto
el melón que lo comparaba con la sandía y esta siempre salía perdiendo. Craso
error. No hay duda que la sandía es más modesta (su precio es inferior al del
melón), su sabor no es tan dulce (aunque también es bastante dulce si la pieza
está lo suficientemente madura) y tiene más pepitas o, mejor, tiene las pepitas
distribuidas de una forma que resulta más incómoda para el degustador. Las
pepitas del melón se pueden quitar con un solo movimiento del cuchillo mientras
que las de la sandía requieren mayor minuciosidad.
Por lo
demás, en cuanto a sabor y capacidad de refrescar los calores veraniegos, creo
que ambas frutas son perfectamente comparables. Trato de desentrañar mi
malquerencia durante tantos años por la sandía. Creo que se trata simplemente
de que no la había probado de forma correcta. Es muy probable que se tratara de
una sandía sin madurar, insuficientemente fría (esto es importante), con
demasiadas pepitas o, simplemente, de baja calidad. En las frutas (y supongo
que en tantos otros temas), el asunto de la calidad es lo más importante.
Esta
tarde, después de tres días sin probar la fruta (por razones que no vienen al
caso) he merendado una buena rodaja de sandía, bien madura y fría, y ha sido
una delicia. ¿Cómo me he perdido yo durante tanto tiempo un placer culinario de
semejante calibre? No tengo la menor duda: la culpa ha sido de mis prejuicios,
de mis juicios precipitados.
La vida requiere comprensión y la comprensión, conocimiento. Un prejuicio menos es siempre una pequeña victoria.