Me recorre un estremecimiento
generacional cuando leo que el pop art nació entre los cincuenta y los sesenta
del siglo pasado. ¿Tanto? Hay que resignarse. Esto que veo debió ser muy
rompedor en aquella época. Ahora es una cosa “de museo”. Sin embargo al público
veraniego que me acompaña parece gustarle: leen con fruición los paneles
informativos, se hacen fotos, comentan valorativamente. Bien está. La
satisfacción de la clientela es lo primero.
Este por art norteamericano (hay
otros) parece un canto a la reproducción mecánica (ahora digital). El arte que
antes se multiplicaba mediante el esforzado trabajo de copistas especializados,
ahora lo hace una máquina en segundos. ¿Y cómo calificarlos? ¿Son artistas o
diseñadores? ¿Cartelistas tal vez? El arte del envoltorio sería un arte noble
si hubiera algo que envolver. Pero, ¿qué decir cuando debajo no hay nada? Tal
vez aquello de Andy Warhol aquí reproducido: “Soy una persona profundamente
superficial”.
Y afuera hay una multitud de turistas bajo una lluvia recia. Algo
entre expresionista y costumbrista.
Roy Lichtenstein. Aterrorizada
La preferida para los selfis
Warhol. Silla eléctrica en amarillo
Robert Rauschenberg
Ella no podía faltar
San Sebastián, Sala Kubo, Kursaal