viernes, 14 de septiembre de 2018

Juan de la Cruz, el pájaro solitario




 Todo un personaje este pequeño y enjuto fraile, caminador impenitente, amante de la soledad y del desierto, exigente consigo mismo, rebelde hasta la exasperación de sus propios hermanos, amigo y estrecho colaborador de Teresa de Jesús (con quien, sin embargo, no llegó a entenderse del todo).

Huérfano de padre desde muy niño, su madre, tejedora de profesión, apenas pudo salvarlo del hambre y de la pobreza metiéndolo en un orfanato. Pasará también, gracias a su inteligencia y talento, por el colegio de los jesuitas, en Medina y por la universidad de Salamanca.

Cuando estaba a punto de meterse cartujo, que era lo que le pedía el cuerpo, fue captado por Teresa para su reforma carmelitana. Las pasó canutas por la persecución de los descalzos, que llegaron a secuestrarle y a meterle en un agujero durante seis meses en Toledo.

Consiguió escapar, refugiándose en un convento de monjas. Siempre se llevó bien con las monjas, de las que fue confesor, confidente y poeta de cabecera. Pero lo que de verdad le gustaba era la vida eremítica y el contacto con la naturaleza.

Sin embargo, por más que lo intentaba, siempre lo reclamaban sus compañeros descalzos para que participara en la vida conventual. Fue prior y confesor en Avila, Segovia, Beas, Baeza, Granada y otros lugares.

El siempre quería volver a Castilla, pero se pasó media vida en Andalucía.

Encontré este libro, junto con otros de la misma colección, nuevo, en una feria del libro, por 4 euros. Adquirí también el volumen correspondiente a Quevedo, muy grueso, pero, de momento, no me apetece demasiado. Los literatos barrocos siempre me “intimidan” un poco.

Se trata de un ensayo biográfico, de 120 páginas, de Menchu Gutierrez. Se complementa, como sabréis los que conozcáis la colección, dirigida por Nuria Amat, escritora interesante, con otras tantas páginas de textos escogidos de fray Juan.

Menchu Gutiérrez relaciona su poesía y su mística. También se interesa por las posibles influencias que su espiritualidad pudo haber recibido de la mística sufí. Cuando llega a Granada hacía poco más de diez años que habían sido expulsados los moriscos.

Podría decirse que Juan de la Cruz era una persona obstinada y de una gran rectitud moral. Para él lo más importante dentro de su orden era la regla primitiva, la que Teresa había recuperado para los descalzos, pero siempre se vio envuelto en los problemas internos de la orden, desencadenados por personajes ambiciosos de poder, como el exbanquero reconvertido en fraile, Nicolás Doria.

Cántico espiritual, Noche oscura, Llama de amor viva, Entréme donde no supe, Vivo sin vivir en mí, son algunas de las poesías que pueden leerse en la antología. Una delicia.
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En el mausoleo de San Juan de la Cruz. Una antigua entrada en el blog en la que recogía la visita que hice en 2010 (tiempo suficiente para que hayan desaparecido las fotos) al convento carmelita de Segovia. Hay algunas reflexiones que hoy se me antojan un tanto ingenuas.