Todo un personaje este pequeño y enjuto fraile, caminador impenitente, amante de la soledad y del desierto, exigente consigo mismo, rebelde hasta la exasperación de sus propios hermanos, amigo y estrecho colaborador de Teresa de Jesús (con quien, sin embargo, no llegó a entenderse del todo).
Huérfano
de padre desde muy niño, su madre, tejedora de profesión, apenas pudo salvarlo
del hambre y de la pobreza metiéndolo en un orfanato. Pasará también, gracias a
su inteligencia y talento, por el colegio de los jesuitas, en Medina y por la
universidad de Salamanca.
Cuando
estaba a punto de meterse cartujo, que era lo que le pedía el cuerpo, fue
captado por Teresa para su reforma carmelitana. Las pasó canutas por la
persecución de los descalzos, que llegaron a secuestrarle y a meterle en un
agujero durante seis meses en Toledo.
Consiguió
escapar, refugiándose en un convento de monjas. Siempre se llevó bien con las
monjas, de las que fue confesor, confidente y poeta de cabecera. Pero lo que de
verdad le gustaba era la vida eremítica y el contacto con la naturaleza.
Sin
embargo, por más que lo intentaba, siempre lo reclamaban sus compañeros
descalzos para que participara en la vida conventual. Fue prior y confesor en
Avila, Segovia, Beas, Baeza, Granada y otros lugares.
El
siempre quería volver a Castilla, pero se pasó media vida en Andalucía.
Encontré
este libro, junto con otros de la misma colección, nuevo, en una feria del
libro, por 4 euros. Adquirí también el volumen correspondiente a Quevedo, muy
grueso, pero, de momento, no me apetece demasiado. Los literatos barrocos
siempre me “intimidan” un poco.
Se
trata de un ensayo biográfico, de 120 páginas, de Menchu Gutierrez. Se
complementa, como sabréis los que conozcáis la colección, dirigida por Nuria
Amat, escritora interesante, con otras tantas páginas de textos escogidos de
fray Juan.
Menchu
Gutiérrez relaciona su poesía y su mística. También se interesa por las
posibles influencias que su espiritualidad pudo haber recibido de la mística
sufí. Cuando llega a Granada hacía poco más de diez años que habían sido
expulsados los moriscos.
Podría
decirse que Juan de la Cruz era una persona obstinada y de una gran rectitud
moral. Para él lo más importante dentro de su orden era la regla primitiva, la
que Teresa había recuperado para los descalzos, pero siempre se vio envuelto en
los problemas internos de la orden, desencadenados por personajes ambiciosos de
poder, como el exbanquero reconvertido en fraile, Nicolás Doria.
Cántico
espiritual, Noche oscura, Llama de amor viva, Entréme donde no supe, Vivo sin
vivir en mí, son algunas de las poesías que pueden leerse en la antología. Una
delicia.
---