Esta mañana de sábado, esperando el autobús en Hendaya, en compañía
de mi hija, que viaja hasta Bayona, treinta o cuarenta kilómetros. Cuarenta y
cinco minutos de retraso, sentados en un pretil, respirando el humo de cientos de
vehículos que circulan sin tregua a un metro de nuestras narices.
La espera ha sido amenizada por la
visita de dos gendarmes, que han pasado en su coche, y han visto a un joven
negro africano, que también esperaba. La gendarmería francesa anda muy ocupada
estos días, semanas, meses, en detener negros africanos jóvenes, y devolverlos
a España en virtud de algún tratado en vigor, es un suponer.
Al chaval negro le han pedido hasta
las notas del parvulario. El iba sacando papeles de su mochila. Para no quedar
mal los gendarmes nos han pedido a todos los que esperábamos pacientemente nuestros
papeles de identidad. No vayamos a creernos que solo les interesaba el negro.
Yo, como de costumbre, no llevaba
ningún documento encima. Me he ofrecido gentilmente a recoger el carnet de
conducir de mi vehículo, estacionado a unos metros, pero el gendarme no lo ha
considerado necesario.
Ventajas de no ser negro, ni joven.
Muy agradecido.
Cuando ha llegado el autobús el
supuesto inmigrante ilegal, finalmente, se ha quedado en la parada. Luego ha
desaparecido.
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