Tobías envejece. Mi perrillo Tobías, que ronda los 15 años, se está quedando sordo. La verdad es que siempre ha sido un poco duro de oído. Nunca ha sido uno de esos perros (¿hay alguno?) que obedecen a la voz. Tampoco ha sido de esos que les tiras una pelota y van corriendo detrás de ella. Y de bañarse en el mar mejor no hablar. Pero lo de ahora ya es vejez. En todo este tiempo, pues lo recogí cuando era un jovencito, apenas he tenido que llevarle un par de veces al veterinario, y sólo por problemas bucales, pues su infancia y primera juventud callejeras le han estropeado mucho la boca. Es cierto que cada vez anda más despacio (¿y quién no?) pero aún le gusta mucho salir y pasear. También está un poco más mimoso, si ello es posible, porque siempre ha sido un adicto a los mimos.
A.Trapiello. En uno de los diario de Andrés Trapiello leo una soberbia entrada sobre la muerte de su perra Mora. Se me llenan los ojos de lágrimas, algo que me ha pasado de vez en cuando en el cine pero, que yo recuerde, nunca con la literatura. Desde luego el fragmento es una maravilla de escritura, pero quizá también me han emocionado las similitudes con la muerte de mi perra Guesa, hace ya mucho tiempo. Leí hace años algunos Diarios de Trapiello pero no los he frecuentado en los últimos años. Ahora vuelvo a ellos. Hay páginas de una belleza muy poco común.
En el polideportivo. Me he animado a visitar un polideportivo municipal. Tras pagar una entrada de 4,8 euros para entrar en el gimnasio, y no pagar -porque no he llegado a entrar- otros 4 y pico en la piscina, he vuelto totalmente decepcionado y sin ganas de volver. El gimnasio es una caja rectangular con máquinas antediluvianas de las que varias están averiadas. No hay agua ni papel para el sudor; el candado de las taquillas lo tienes que traer tú. Pese a ello me he esforzado y he cumplido con mis ratos de elíptica y de bici. Las duchas son tan viejas que tienen un punto siniestro y las cabinas son más bien cajas donde uno apenas puede moverse. No me he animado a entrar en la piscina. En su lugar le he preguntado a un joven nadador que se preparaba para entrar. Me cuenta que hay mucha gente, un mínimo de tres nadadores por calle y, a veces, hasta cinco. Para mí más de dos nadadores en una calle son multitud. Tal vez en otra ocasión me anime a visitar alguna otra piscina burgalesa. Hay varias, incluso privadas. Al llegar a casa repaso las tarifas de los abonos que me han facilitado. Las cuotas anuales vienen a ser la mitad de las que pago en el polideportivo de Irún, el que utilizo habitualmente. Curiosamente, aquí puedes tener un acceso completo por 10 euros al mes, si eres abonado, pero si vienes esporádicamente, como es mi caso, debo pagar 9 euros por día. Esto me aclara un poco la situación y explica muchas cosas: estas instalaciones municipales son asequibles de precio (menos para los visitantes como yo), pero muy envejecidas. Todo no se puede. Aquí, supongo, si quieres más calidad te tienes que ir a una piscina privada. No se me ocurre otra alternativa, pero estoy dispuesto a seguir probando en otra ocasión.
Excusas. Antes era la televisión. Ahora son las series y las redes sociales. Cualquier excusa es buena para no abrir un libro.
La prepotencia del Estado. Leo algo relacionado con el IVA. Que nadie cuestione un impuesto sobre el valor añadido superior al 20% y de carácter universal, es un síntoma de hasta dónde ha llegado la prepotencia del Estado en los países europeos. Imagino que esto reventará por algún lado. Impresión de que ya hay muchas fugas.
Doble página. En la revista Clarín (nº 138) encuentro una doble página con unos haikus preciosos de Juan Ochoa. Dos ejemplos:
“Dame la mano/para que no me arrastre/el río del tiempo.”
“Miro las nubes./Pasan sin dejar rastro./Quién como ellas.”
Reirse de todo. Me encanta esta cita del ruso Mijail Bulgakov, como me gustan algunas cosas que he leído de este escritor: “La auténtica literatura sólo puede existir allí donde la hacen imprudentes, ermitaños, heréticos, visionarios, sediciosos, escépticos. Si el escritor debe ser leal, ha de ser útil, si no puede reírse de todo, en tal caso no es literatura.”
---
En el polideportivo. Me he animado a visitar un polideportivo municipal. Tras pagar una entrada de 4,8 euros para entrar en el gimnasio, y no pagar -porque no he llegado a entrar- otros 4 y pico en la piscina, he vuelto totalmente decepcionado y sin ganas de volver. El gimnasio es una caja rectangular con máquinas antediluvianas de las que varias están averiadas. No hay agua ni papel para el sudor; el candado de las taquillas lo tienes que traer tú. Pese a ello me he esforzado y he cumplido con mis ratos de elíptica y de bici. Las duchas son tan viejas que tienen un punto siniestro y las cabinas son más bien cajas donde uno apenas puede moverse. No me he animado a entrar en la piscina. En su lugar le he preguntado a un joven nadador que se preparaba para entrar. Me cuenta que hay mucha gente, un mínimo de tres nadadores por calle y, a veces, hasta cinco. Para mí más de dos nadadores en una calle son multitud. Tal vez en otra ocasión me anime a visitar alguna otra piscina burgalesa. Hay varias, incluso privadas. Al llegar a casa repaso las tarifas de los abonos que me han facilitado. Las cuotas anuales vienen a ser la mitad de las que pago en el polideportivo de Irún, el que utilizo habitualmente. Curiosamente, aquí puedes tener un acceso completo por 10 euros al mes, si eres abonado, pero si vienes esporádicamente, como es mi caso, debo pagar 9 euros por día. Esto me aclara un poco la situación y explica muchas cosas: estas instalaciones municipales son asequibles de precio (menos para los visitantes como yo), pero muy envejecidas. Todo no se puede. Aquí, supongo, si quieres más calidad te tienes que ir a una piscina privada. No se me ocurre otra alternativa, pero estoy dispuesto a seguir probando en otra ocasión.
Excusas. Antes era la televisión. Ahora son las series y las redes sociales. Cualquier excusa es buena para no abrir un libro.
La prepotencia del Estado. Leo algo relacionado con el IVA. Que nadie cuestione un impuesto sobre el valor añadido superior al 20% y de carácter universal, es un síntoma de hasta dónde ha llegado la prepotencia del Estado en los países europeos. Imagino que esto reventará por algún lado. Impresión de que ya hay muchas fugas.
Doble página. En la revista Clarín (nº 138) encuentro una doble página con unos haikus preciosos de Juan Ochoa. Dos ejemplos:
“Dame la mano/para que no me arrastre/el río del tiempo.”
“Miro las nubes./Pasan sin dejar rastro./Quién como ellas.”
Reirse de todo. Me encanta esta cita del ruso Mijail Bulgakov, como me gustan algunas cosas que he leído de este escritor: “La auténtica literatura sólo puede existir allí donde la hacen imprudentes, ermitaños, heréticos, visionarios, sediciosos, escépticos. Si el escritor debe ser leal, ha de ser útil, si no puede reírse de todo, en tal caso no es literatura.”
---
No hay comentarios:
Publicar un comentario