Con la figura del padre siempre presente, el autor nos introduce en su vida cotidiana, en un tono elegíaco y melancólico, marcado por la ausencia, un tono muy barojiano.
Aunque la acción transcurre en varios escenarios (Madrid, Churriana, Argentina) el epicentro se encuentra en la casa familiar de Itzea, en la navarra Vera de Bidasoa.
Paseos por bosques, caminos y montes próximos a Vera y a su totémico Larrún, sirven al autor para repasar recuerdos de infancia en compañía del padre.
El autor llega a Itzea un mes después. Todo en la casa le habla de él. Lo busca, lo añora. “Más de un mes sin escuchar música, sin leer una sola línea mínimamente consistente.”
A lo largo de este diario, evoca anécdotas familiares, de Pío, de Ricardo, de Julio… Todos ellos siempre presentes en sus recuerdos y en su sentimiento. En este sentido, este es otro libro barojiano, en la línea marcada por tantas obras del padre, como Itinerario sentimental (Guía de Itzea), La soledad de Pío Baroja, La barca de Caronte, etc.
El libro se cierra con una evocación de la vida paterna. “Fuiste la criatura barojiana más genuina: la más decidida y valiente a la hora de volar más allá de los sueños de la biblioteca de Itzea… Barojiano por Baroja y barojiano por personaje redivivo de tu tío Pío.”
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