sábado, 14 de noviembre de 2020

Contemplación. Dominados por Freud y Marx. Confinamiento inflexible




Día 12

Contemplación. Salgo al atardecer. Para cuando he querido darme cuenta ya estaba de noche. Me gusta pasear mientras anochece, viendo caer la luz y observando las cálidas tonalidades del cielo.

Decía el gran Ramón Gaya, que el atardecer es la hora de la pintura. La caída de la luz invita al recogimiento, a la contemplación. Pero ahora hay que andar pendientes del reloj.


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Cioran. Observo sobre mi mesa el grueso volumen de los Cuadernos de Cioran editados por Gallimard. He leído unas 500 de las 1000 páginas, pero hace semanas que no los abro. Me animo a leer una página.

Dice que los seres humanos hacen progresos hasta los treinta años y que se deberían morir a los cincuenta. Este tipo de boutades le encantaban a este rumano, un hombre que se cuidaba hasta la manía: dejó de fumar, de beber alcohol, de tomar café; se alimentaba de vegetales y caminaba como un poseso. De hecho vivió hasta pasados los ochenta.

Más adelante emite un juicio muy certero. Lamenta que todos, en nuestros juicios, estamos contaminados de psicoanálisis, incluso aunque no creamos demasiado en este arte. “Freud domina nuestra época.” Y también Marx, señala.

Estemos a favor o en contra, nos gusten o nos disgusten, nuestra época, ciertamente, baila al son que marcaron Freud y Marx.


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Confinamiento inflexible. A diferencia del anterior confinamiento, y al menos por el momento, se está mucho mejor en España que en Francia. En España, puede salir a la calle sin limitaciones, al menos hasta bien entrada la noche.

Aquí estamos igual que la vez anterior, con la horita diaria para pasear y con el movimiento limitado a un kilómetro.

Es ridículo que en una localidad como Hendaya, donde sólo hay aglomeraciones durante los meses de julio y agosto, donde a las seis de la tarde no queda un alma por la calle, donde puedes caminar sin apenas cruzarte con nadie la mayor parte del día, donde hay unos paseos hiperventilados, es ridículo, digo, imponer por la fuerza semejantes limitaciones al más elemental de los derechos, el de caminar libremente.

El presidente Macron, que llegó enarbolando la bandera de la flexibilidad y la reforma, ha resultado tan inflexible y poco reformista como cabía esperar.

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