martes, 17 de noviembre de 2020

Sentirse libre. Azorín. Eutanasia y cannabis



Nuestro Fuji visto desde Hendaya

17.11.20. He dejado de contar los días que llevamos confinados. Me sentía un poco como si estuviera en una prisión o en el servicio militar. Como decía Ramiro Pinilla, lo importante no es ser libre sino sentirte libre. Si te dedicas a contar los días sólo consigues sentirte aún más recluido.

Greta empieza hoy unos días de vacación, pero no podremos ir a Burgos. Lástima. Además, las noticias que llegan de Burgos respecto a la pandemia no son buenas. La capital y la provincia están muy afectadas por el virus.

Para la vida que hacemos allí --donde nos dedicamos a caminar y hacer excursiones en las que tenemos poco contacto con nadie--, podríamos arreglarnos bien, y sería muy agradable, sobre todo si sale un poco el sol, lo que es bastante habitual. Lástima, como he dicho. Lo peor es que el panorama no tiene pinta de mejorar.


Ayer tuve mi turno con madre. Salimos al mediodía con la silla. Le gustó el paseo, pero estuvo a punto de negarse a salir. La llevé hasta la calle de padre, que no conocía. Por un momento parecía que le hacía ilusión, pero luego se olvidó y no mencionó más el asunto.

Mi tortícolis está muy peleona. Me la cogí por forzar la postura mientras hacía crucigramas con madre, y nunca me había dado tan fuerte. Lo peor es que el dolor se me extiende por la nuca y tengo que recurrir a los analgésicos. Esta mañana, por probar, me he tomado un ibuprofeno y me ha revuelto ligeramente el estómago.


Por la noche vi una tertulia literaria en youtube sobre Azorín, dirigida por el incumbustible Fernando Sánchez Dragó. A lo largo de los años este hombre ha realizado una gran labor televisiva sobre literatura y literatos españoles. Poco a poco la voy recuperando gracias al youtube.

Me resultó muy amena. Me dejó pasmado la erudición y la exposición que hizo Santiago Riopérez, autor, entre otros libros, de Azorín íntegro, un grueso volumen que voy a buscar y, si es posible, adquirir.

Intentaré releer un poco al maestro de Monovar, algo que, por otra parte, suelo hacer con frecuencia. Se citaron varias obras, excelentes todas ellas: La voluntad, Viaje de don Quijote y Sancho, Al margen de los clásicos, Memorias inmemoriales, Castilla, etc.

https://www.youtube.com/watch?v=gjNWxb1CcFs

Los libros, como de costumbre, se me acumulan y apenas hago otra cosa que picotear. Sigo con Joubert, uno de mis aforistas predilectos y estoy a punto de concluir la relectura de S.J. Lec, con quien me identifico mucho.

Me he asomado un poco a Edmond Jabès, cuyo estilo tan fragmentario me interesa, pero creo que no he dado con el libro adecuado para iniciarme y tendrá que esperar su momento, si es que llega.

Poco a poco me doy cuenta de que es imposible abarcarlo todo, ni siquiera una parte significativa de lo que puede llegar a interesarme, y me pongo límites. Los amigos deben limitarse si uno no quiere acabar convertido en un relaciones públicas.


Eutanasia y cannabis. En Nueva Zelanda han celebrado un referéndum con dos preguntas: una sobre la eutanasia y otra sobre el uso del cannabis con fines recreativos.

Una mezcla curiosita, dicho sea de paso.

Los neozelandeses han aprobado la legalización de la autanasia, lo que me alegra, pues lo considero una medida humanitaria de primera necesidad y más a cada año que pasa pues la vida se ha alargado mucho y, en consecuencia también las enfermedades y el dolor se han incrementado.

La cantinela de que la eutanasia debe ser prohibida y simultáneamemte, incrementarse los cuidados paliativos me parece un cuento para gente inmadura. Por descontado, los cuidados paliativos son imprescindibles y bien está que se incrementen y se extiendan, pero lo cortés no quita lo valiente y, en muchas ocasiones los cuidados paliativos no son suficientes para poder vivir la vida de una manera digna.

Leía hace unos días una frase de un epidemiólogo que me pareció muy acertada: “No tener salud y no poder morir es lo peor.”

Los negacionistas de la eutanasia argumentan con la leyenda de que si se abre esta puerta van a obligar a la gente a suicidarse y otras enormidades de este calibre de las que gustan tanto los tradicionales enemigos de la libertad individual. Como si la ley convirtiera en obligatorio el suicidarse.

Y en estas llegamos a la segunda pregunta del referendun neozelandés. Se demandaba sobre legalizar el uso recreativo del cannabis y, aunque por escaso margen, los neozelandeses se han decantado por la negativa. Es una ridiculez.

Por la misma regla habría que prohibir el alcohol, el tabaco y los analgésicos. La ilegalización de las drogas sólo responde a los intereses de las mafias, entre las que hay muchos estados y grandes corporaciones, y sólo trae violencia y muerte.

Obviamente, su consumo debe estar regulado y controlado, pero la prohibición, además de estimular el deseo, como todas las prohibiciones, es un desastre.

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