lunes, 30 de noviembre de 2020

Tres horas

Han rebajado el confinamiento. De 23 horas hemos pasado a 21. Ahora nos permiten salir a pasear durante tres horas y a una distancia de veinte kilómetros. En consecuencia, todo está abarrotado.

Salgo a las 5 de la tarde, después de un día complicado en Irún. Me asomo a la bahía donde, tras la mole del Jaizquíbel, ya pinta el ocaso. Dos cisnes se aproximan y luego se alejan. Les hago una foto, Ha salido movida.

El paseo está concurrido: familias, niños, bicis, patines… Lo previsible en un sábado con buen tiempo. Mucha gente sin mascarilla, mucha relajación.

Me acerco hasta el armario de los libros, que es muy estrecho. En plena inspección se me pega una señora impaciente, de edad avanzada, sin mascarilla, en compañía de su hija. La hija le pide que no se acerque, pero ella la ignora y se pone a husmear en el armario, codo con codo. Opto por irme. Tenía que haber tosido un poco, pero se me ocurre tarde.

Sigo la ruta de la costa, hacia el puerto y luego al bulevar de la playa. Más de lo mismo, gente por todas partes. Lo mejor es la luna llena, que asoma por el este. Completo el paseo ya de noche.

Me prometo que retomaré las medidas habituales para evitar a las masas.

Nos han dado un par de horas más para pasear. Pero, después de la primera salida, todo sabe a poco.

Se están permitiendo muchas licencias. Esto no es lo acordado. Se han saltado el acuerdo. Se han puesto por encima. Espero que lo paguen. Tarde o temprano.

Vana esperanza.